13 agosto 2006

Tiempo de becarios















Agosto es tiempo de becarios, esas personas que aparecen en verano para realizar el trabajo del que todos huimos a cambio de un sueldo miserable. Sólo se diferencian de los inmigrantes subsaharianos en que no vienen en pateras a entregar el currículo.

Hace algunos años, uno sabía de la llegada de los becarios por los medios de comunicación. Pero no porque aparecieran grandes noticias o reportajes al respecto sino porque los titulares de los periódicos y los rótulos de los telediarios se llenaban de faltas de ortografía. Ahora, por culpa del deficiente nivel formativo adquirido por el personal, esto sucede a lo largo de todo el año y así no hay manera de enterarse. Ni de la llegada de los becarios ni de las propias noticias en sí.

Yo puedo presumir de que, en mi época de becario en un medio de comunicación local, nunca cometí una sola falta de ortografía… Claro que era harto difícil cometer un error de ese tipo sirviendo cafés o tratando de arreglar el mando a distancia del aire acondicionado de la redacción. Eso sí, era el que menos tiempo tardaba en bajar a por tabaco para el jefe. Cuando, por fin, pude firmar mi primer reportaje de investigación (“La amenaza de los hongos en las piscinas municipales”), el alto consumo de energía eléctrica provocó un apagón de más de seis horas en la ciudad y la edición del periódico no pudo estar al día siguiente en los kioskos. Gracias a que me guardé una copia del artículo en papel, mi madre pudo comprobar que, efectivamente, yo estaba trabajando en agosto y no me había ido a Ibiza con unas amigas como ella sospechaba.

En todas las profesiones existen los becarios. ¿En todas? Bueno, en la política no. Lo que hacen los políticos es contratar neuronas en prácticas. Y así dicen lo que dicen en agosto… Algunos se sienten tan felices con el resultado (los asesores, que son unos cachondos) que continúan con ellas el resto de legislatura. Que Dios, o su becario en prácticas, nos pille confesados…

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