06 julio 2006

Sanfermines. O no

¿Quién es el patrón de Pamplona? San Fermín, claro. Pues no, error: el patrón de Pamplona es San Saturnino. ¿Cuándo empiezan las fiestas de San Fermín? El 7 de julio, claro, lo dice la canción (“uno de enero, dos de febrero…”). Pues no, error: las fiestas empiezan el día 6 a las doce del mediodía con el Chupinazo.

Estos navarricos es lo que tienen, que son unos cachondos.

Pero no terminan ahí las contradicciones de este evento universal, ni mucho menos. Según el manido estereotipo nacional, los navarros tienen fama de brutos. Y, sin embargo, ahí los tienes (“¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!”), bilingües perdidos.

Las fiestas de San Fermín son las únicas del mundo en las que la gente no llega sino que sale de casa a las ocho de la mañana. Es la hora del encierro. Y llaman “encierro” a soltar por la calle a una manada de toros y vacas…

Lo que yo te diga: unos cachondos.

Al igual que la Feria de Abril de Sevilla la inventaron un vasco (Ybarra, como la mahonesa) y un catalán (Bocanegra, como el pirata), los encierros de San Fermín los inventó Curro Romero. Fue una de esas innumerables tardes aciagas que tenía el maestro, en las que sólo se arrimaba al morlaco si éste venía impreso en una fotografía en el programa de festejos. Apremiado por los gritos de la multitud de los tendidos de sol, que le amenazaban con meterle un bombo por salva sea la parte, se decidió a salir del burladero. El astifino, guiado por el claquear de las rodillas del maestro, se fue hacia él con la velocidad del que va a cobrar la extra de verano. A Curro le faltó tiempo para salir escopetado a las calles de Pamplona por la puerta de chiqueros. El público, lógicamente cabreado, no dudó en saltar de sus asientos y perseguir al de Camas para darle hasta en el carné de identidad. Y así se produjo la bella estampa de la carrera de un torero, diez mil aficionados y un Guardiola, una imagen que más adelante utilizaría como recurso habitual Benny Hill en sus gags.

Al año siguiente, Curro Romero ya no figuraba en los carteles. Lo más cerca que se le vio de Pamplona en esas fechas fue Algeciras. Sin embargo, los pamplonicas quisieron reproducir la anécdota y soltaron por las calles a todo lo que vistiera de negro y tuviera dos cuernos, alcalde incluido. La tradición, como es público y notorio, se mantiene hasta nuestros días. Lo que te digo: unos cachondos.

Por todo eso, yo nunca me pierdo las fiestas de Pamplona y corro todos los encierros. ¿Que no se lo creen? Fíjense en su televisor cualquiera de estos días a las ocho de la mañana. Me reconocerán porque voy vestido con zapatillas deportivas, pantalón y camiseta blancos, pañuelo rojo al cuello y un periódico en la mano.

“Pero si así van cientos de personas, so capullo…”

Cierto, pero yo soy el único que va haciendo el sudoku…

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