Mi portera es Facebook.
En general, las porteras y porteros son la versión
analógica de las redes sociales.
Mi portera recibe información de todos los vecinos
y ella se encarga de publicarla en su muro (léase
contarlo-a-todo-el-mundo-que-quiera-escucharla-y-a-quien-no-también).
Mi portera agradece infinito que le reconozcas con
un “me gusta” su información y no soporta que la bloquees cerrando rápidamente
la puerta del ascensor mientras ella te está hablando.
Mi portera agrega amigos indiscriminadamente.
Acepta a todo el mundo que se asoma por la puerta de entrada del edificio, ya
sea un vendedor de enciclopedias, el repartidor de pizzas a domicilio o un
guiri despistado.
Mi portera está continuamente rescatando recuerdos
de años anteriores y haciéndolos públicos con absoluto descaro. Envía mensajes
privados a según qué vecinos y, cuando le pisas el suelo recién fregao, su cara reproduce más gestos que
el inventario completo de los emoticones.
Mi portera también te puede bloquear: se queda con
los libros que te envían las editoriales para reseñar, dice que no estás en
casa cuando viene el del gas a repararte el calentador que lleva tres días sin
funcionar (con lo que supone llevar tres días duchándote con agua fría) o se
niega a etiquetarte en la circular que remite el administrador convocando a los
vecinos a una reunión extraordinaria en la que hay que votar una nueva derrama.
Y, finalmente, mi portera es Facebook salvo cuando
se enfada: entonces es tan escueta en sus comentarios que parece Twitter.
2 comentarios:
Y los porteros también
Un master en cotilleos deben ser sus estudios
A todo el mundo le hubiera gustado tener una portera como Chus Lampreave.
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