
Como dirían el Doctor House o Mariano Rajoy: todos mienten. ¿Es que a nadie que haya pasado sus vacaciones en la playa le ha picado una medusa? ¿Nadie ha veraneado en Galicia este mes de agosto? Bueno, sí, conozco a uno que asegura que estuvo justo antes de los incendios (¡qué suerte!, ¿no?) y presume de ser el último que tuvo el privilegio de disfrutar de los frondosos bosques gallegos…
¿Cuántos padres alardean de haberse gastado una fortuna en mandar a sus hijos a Londres a aprender inglés? El niño se ha pasado un mes hablando en castellano (“jo, tío”, “vale, venga”, “¿me entiendes?” y similares) con los otros trescientos mil hijos cuyos padres han tenido la misma original idea.
¿Por qué ninguno de nuestros conocidos ha sufrido los interminables atascos de las distintas operaciones salida, retorno, etc? ¿Por qué le llaman Seychelles cuando quieren decir Matalascañas? ¿Por qué “dos rubias” no son “dos cervezas” sino “dos-espectaculares-cuerpos-femeninos-que-babeaban-con-mi-sola-presencia”? ¿Por qué “el mejor marisco del mundo” está siempre en el restaurante que hemos frecuentado y que nadie más conoce? ¿Por qué le llaman marisco cuando quieren decir revuelto de ajetes y gambas? ¿Por qué nadie es capaz de hacer una paella mejor que la nuestra? ¿Por qué no se puede estar haciendo kite-surf en Tarifa y bailando en el Carnaval de Notting Hill el mismo día y a la misma hora? En fin…
Por mi parte, quisiera aprovechar para desmentir categóricamente el rumor aparecido en prensa sobre mi ruptura sentimental con Leonor Watling. El hecho de que no se nos haya fotografiado juntos en la playa es debido a sus múltiples compromisos profesionales con Marlango y a que yo me he recluido en una casita rural en los alrededores del ombligo de Nicole Kidman…
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