Decir que las librerías son
mágicas es algo muy de cursis o algo muy de poetas. Y no seré yo quien saque a
colación ahora a la redundancia… Pero debo reconocer que la semana pasada
estuve en una librería mágica…
Acudí a la presentación de
un libro. Por aquello de que dentro hacía calor o de que algunos fumaban, en la
calle se encontraban muchos de los asistentes al evento. Yo, sin embargo,
estaba dentro curioseando las estanterías…
Cogí un libro de letras de
canciones de Leonard Cohen y de la calle me llegó el siguiente comentario:
“Puestos a darle el Nobel de Literatura a un músico, mucho mejor a Cohen”…
Sin darle mayor
importancia, cogí después de otra estantería el poemario “Ya no es tarde” de
Benjamín Prado y, acto seguido, escuché: “Pues uno de los que ha defendido a
Dylan es Benjamín Prado, ese que le hizo unas letras a Sabina y sale en la tele
por las tardes con Mamen Mendizabal”…
Me extrañaron, supongo que
como a ti, tantas coincidencias. Pero volví a mis libros y saqué de la
estantería un libro de poemas de Philip Larkin. No había ojeado ni dos páginas
cuando de fuera me llegó el siguiente comentario: “Yo prefiero a los autores
versátiles, que lo mismo te escriben un libro de poemas que una novela
excelente. ¿Habéis leído “Una chica en invierno” de Philip Larkin?...
¿Podía seguir sosteniendo
que eran meras coincidencias? Con la duda, hice una última comprobación. Fui a
la sección de cuentos. Busqué mi libro de microrrelatos “El final está cerca”.
Lo cogí y me puse a escuchar la conversación que venía de la calle:
“Oye, se acabó la charla,
que ya es la hora. Vamos para adentro”.
Adivina quién no se quedó a
la presentación del libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario