Los regalos los reparten
los Reyes Magos, pero los carga el diablo. Y cuando abres el paquete y
descubres que es un pluma estilográfica, sabes que, a partir de ese momento,
todo va a ir mal.
Tú, que siempre has
escrito tus cuentos pulsando teclas en el ordenador, buscas por toda la casa
unos folios en blanco o un cuaderno con los que poder utilizar tu nueva pluma.
Empiezas a escribir y a trabajar en tu última idea para un relato. Y ya en la
tercera frase, o en el segundo párrafo lo más tardar, el personaje principal se
te desmanda. No obedece a tu argumento y trata de interpretar la historia a su
manera. El protagonista de carácter afable y conciliador se ha vuelto, de
repente, un huraño y un soberbio. Por mucho que tú quieras enderezar su rumbo
enfrentándole a situaciones en las que sólo puede reaccionar de la manera que
tú tienes pensada, él le da la vuelta, rebusca en las lagunas de tu
argumentación y se escapa por entre los
huecos que dejan en blanco las líneas que escribes.
Es culpa de la pluma: si
no estás acostumbrado a usarla, los personajes lo notan y se aprovechan de tu
debilidad tomando las riendas de la línea argumental y campando a sus anchas
por esos paisajes nevados que son los folios en blanco. El gesto autoritario,
casi dictatorial, del dedo sobre las piezas del teclado imponiendo el pulso
narrativo se torna en fragilidad e incertidumbre cuando deslizas la punta de la
pluma sobre el papel, temeroso de quebrarla. Igual que los animales ven tu
miedo reflejado en tus ojos, así los personajes de los cuentos sienten tu
inseguridad en tu mano.
He sido incapaz de
terminar no ya un cuento, sino un simple microrrelato con la pluma
estilográfica. La he devuelto a su elegante caja y la he colocado en una
estantería lejos de la mesa en la que trabajo. De vez en cuando, mientras
tecleo, la miro de reojo y le doy gracias a la tecnología por lo sumisos y
bienintencionados que me salen los personajes en la pantalla del ordenador.
2 comentarios:
Como con los niños, les das confianza y, hala, ancha es Castilla. Se te suben a la chepa y no te respetan nada.
Salu2, Masclaro.
:)
Es peor: se te suben a la imaginación y te la dejan hecha unos zorros...
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