La forma de llamar no me resultó familiar. No era
el timbrazo seco acompañado por dos golpes de nudillo de la vecina. Tampoco
eran los tres toques rápidos del presidente de la comunidad de propietarios o
el agonioso timbrazo que se alarga en el tiempo bastante más de lo cortesmente
recomendable de mi cuñado…
Aun así, abrí. En el descansillo ensayaban su mejor
sonrisa impostada dos jóvenes vestidos de traje oscuro y corbata clara, una
combinación que daba a entender que su asesor de imagen llevaba varios meses
sin cobrar.
Tras verificar mi nombre, me explicaron de manera
bastante atropellada que había habido un problema con mi factura del gas en los
últimos recibos emitidos y que, por una cuestión técnica que no llegué a
entender, me habían estado cobrando veinte euros de más al mes. Antes de que yo
pudiera salir de mi asombro, no te digo ya protestar enérgicamente por
semejante atropello, me tranquilizaron diciendo que allí estaban ellos para
solucionarlo, que tan sólo tenía que firmar el papel que me ponían por delante.
Firmé, me dieron las gracias de tal forma que
parecía que les había nombrado herederos universales de unos terrenos
urbanizables y desaparecieron escaleras abajo. Cerré la puerta con la sensación
de haber hecho algo muy positivo: concretamente, haber cambiado hacía ya seis
meses el calentador de gas por uno eléctrico.
4 comentarios:
La llama que llama a tu puerta puede dejarte seco de un calambrazo, pues firmar a conciencia de (auto)engaño supone improcedencia, indecoro y nocturnidad.
Timamos cada día a la mañana en los sorbos del café y aunque, antes, hayamos procedido a ducharnos, el día no avanzará más rápido por muy eléctrico o ecléctico que te hayas levantado.
Sucedió una vez o pudo haber sucedido otra, aunque no lo recordemos; un papel a la luz de ciertas horas llama tanto la atención como si se hace ante el zaguán de tu puerta y está lloviendo o tú mirando. Es papel mojado.
Y eso que a mí los trajes dispares, en conjunto, me traen al pairo; más ahora que van ajustados, tanto o más que antaño.
Antaño era jocoso, por apellido Mblona (por parte de madre escandinava) y de segundo Bô (de un desconocido padre cubano)
Gustaba alardear de más que justo precio en dónde la espalda pierde nombre y se reía siempre cuando paseaba por cerca de Tribunal o Chueca.
Una vez en su refugio, un sotano izquierda, tuvo, también, la visita de esos onvres y firmó también unos papeles similares que le trajeron los del traje.
Desde entonces vive en el parque y duerme sobre un banco cercano al que los vecinos retiraron el apoyabrazos central por pura estética.
Hay quién dice que un banco no puede tener trabas de por medio y que a todas luces debe ser público.
Son los fogones de la noche que arden incluso apagados.
[Tu caralludamente buen brelato me sugiere eso. Nos vemos con calma]
BreveSaludoS :)´
No sé, no sé...hay algo que me escama en todo este asunto ya que ciertas Compañías no son buenas y pongo en duda tanta honestidad.
¿Qué esconden tras esas corbatas claras que tanto desentonan con sus ropas?
¿O es que, por una vez, el equívoco llama a tu puerta y la causalidad fruto de tu experiencia sabía de tan esperada visita?
Casi es como guión de película; dónde hay final feliz y se bailan para celebrarlo.
Se canta en el ambiente y en cómo llamaron a tu puerta. Estabas predestinado.
¡Desde luego, cómo están las cabezas!
Estos son los típicos líos marrulleros de empresas que quieren quedarse con el cobro de tus facturas. Se llevarán comisión o algo, porque insisten tela...
Publicar un comentario