Recuerda que, a la hora de dormir, su
padre le tranquilizaba y le decía que no se preocupara, que siempre había
alguien despierto para que no nos robaran la luna.
Recuerda una infancia feliz, sin
sobresaltos ni miedos, con mañanas repletas de sonrisas y noches vacías de
pesadillas.
Treinta años después, hoy es él quien
vela por que nadie nos robe la luna. Sabe que, gracias a su labor, muchos niños
duermen tranquilos, sin sobresaltos ni miedos.
1 comentario:
Una medalla se merece ese vigilante. Que los políticos son capaces a llevarse la luna a un paraíso fiscal.
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