Cuando entró en mi
dormitorio pensó que yo ya estaba dormido. Comprobó que la persiana estaba
entreabierta, como a mí me gustaba, para que por la mañana entrara la luz del
día. Echó un vistazo a las paredes, forradas de corcho y de dibujos míos
clavados con chinchetas, con una mirada bañada en la nostalgia. Me arropó, me
besó en la frente y no me susurró “buenas noches” sino “gracias por todo”.
Después, sin hacer
ruido, salió al pasillo, cerró tras de sí la puerta de la despensa y regresó al
futuro. Allí sigue ahora, rememorando su viaje, sentado frente al ordenador y
escribiendo una nueva página de su diario:
“He entrado en el que
fue mi dormitorio, me he visto allí, con ocho años, en la cama, dormido…”
5 comentarios:
Interesante esa autorregresión
(Ten cuidado con lo que tomas que te hace viajar demasiado en el tiempo)
:))´
Si sigues escribiendo así, toma lo que te salga de la entrepierna... y no pidas permiso.
Un abrazo.
¡Ole! ¡Voy a por una cerveza bien fría! :-)
Sería bonito regresar a nuestra infancia aunque fuera con visitas esporádicas como esa. Saludos.
Bonito e inquietante... ;-)
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