Poco antes de la
medianoche, el ciudadano Juan Francisco K. acudió a la comisaría de su barrio
para hacer entrega a la policía del cuadro “Centro blanco” de Mark Rothko y
confesar que lo había robado hacía unas horas. El declarante presentaba heridas
en numerosas partes de su menudo cuerpo.
Interrogado tanto por
su repentino arrepentimiento como por su lamentable aspecto, K. dijo que en el
origen de todo aquel malentendido estaba su esposa, un ama de casa y madre de
familia ejemplar pero con un enfermizo gusto estético por la Escuela de la
Bauhaus.
Según su propia
declaración, cuando llegó a casa y su mujer vio el cuadro, le gritó “¡Valiente
mierda de Rothko! ¡Animal, te dije un Paul Klee!”, para acto seguido atizarle
en la cabeza con una silla Breuer y terminar de rematarlo en el suelo con un
sillón Walter Gropius, ambos, eso sí, adquiridos de manera legal y de los que
podría mostrar las facturas correspondientes si fuera necesario.
“Pero, alma de
cántaro”, le respondió el policía, “¿a quién se le ocurre? Si cualquier crío de
cuatro años es capaz de concluir por sí mismo que un Rothko no es más que un
Mondrian desteñido… Y aunque ambos beben de la fuente de Klee, se necesitan
unas gafas bien oscuras para confundirlos…”
“Lo sé, señor
agente”, reconoció el hombre haciéndose cada vez más pequeño tras el mostrador
de la comisaría. “Pero mi vida es muy monótona. No hacemos más que vivir entre
el expresionismo alemán y el constructivismo ruso, ahí, cada semana uno… Y eso
mata a cualquiera…”
“Le entiendo, amigo.
Sólo hay una solución para eso”, concluyó el policía. “¿Cuál?...” “Robe un
Klimt para su señora”. “¿Que robe un Klimt?...” Sí, un Klimt, un Gustav Klimt…
Ya sabe, simbolismo austriaco, mucho aire romántico y ornamento dorado, eso les
encanta a todas…”
El hombre, que estaba
empezando a recuperar su tamaño original, todavía pequeño pero el suyo
original, siguió preguntando: “Ya sé quién es Klimt pero, ¿me está usted, un
policía, incitando a que robe?...”
“Querido amigo, el
error de muchos ladrones frente al público y la justicia está en no haber
robado lo suficiente para disimular el robo… Y no lo digo yo, sino el
prestigioso escritor italiano Carlo Dossi… Por lo demás, yo no soy policía.
Estoy aquí esperando para denunciar a la FNAC. Les he pedido el último libro de
George Orwell y me han intentado vender uno de 1984 ¡nada menos!...”
6 comentarios:
La historia es alucinante y de aires aínos rezumando sonrisas que ambos conocemos. Me gustó mucho este Beernes 65; suena a júbilo o jubileta antiguo. Digo esto, pues dentro de poco ya serán, por ley, los 67.
Qué cosas tienen estas historias que son para helarte de frío ante la desconsiderada acción femenina al emplear de atizador un sillón nada menos que de Gropius, con lo escasos y pesados que son. Si al menos lo hubiera hecho con una silla Le Corbusier aún podría haber tenido un pase, son más habituales y siempre se puede uno zafar entre sus cintas vanas. Lo considero un delito a la fuerza; a la fuerza que hay que emplear para levantarlas, claro.
En otros asuntos sobre esta rocambolesca historia y haciendo crítica hipopeyorativa sobre estos gustos. A mí, estas pinturas me recuerdan alfombras enmarcadas y claro, así sólo me queda darle la razón a la señora. Para tapices ya estaban los palaciegos; es decir, aquellos que no se veían, por lo escasos.
Por lo tanto, resumiendo. No es tonto el que le aconseja que se haga, a la mar o no, o también, con uno de Klimt. Todos sabemos que les viene, a muchas mujeres, por no decir a todas, como anillo al dedo. Dónde va a parar.
A todo esto...¿En qué sala de espera de qué clínica mental dices que estabasn con estos dos?
¡Ah! Al igual que los periodistas, los cuentistas nunca desvelamos nuestras fuentes... de inspiración. ;-)
...Y apretando un poco más las clavijas...
Tu fabuloso y, en cierta manera, creíble cuento me recuerda a cierta mujer temperamental (qué no de carácter, como se suele decir o confundir) caprichosa del arte por unas figuras, entre otras, graníticas de no sé qué glorioso pórtico (porxe en catalán; porche, por mala dicción, en castellano) y que por costumbre le pedía a su marido...de menudo cuerpo igual de J. Paco K.
En fin, ahí lo dejo :|´
Miedo me da... ;-)
Pa que luego digan que no hay cultura por estos andurriales.
Ahí queda eso.
Un abrazo.
¡Ole! ;-)
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