17 diciembre 2010
Montero Glez, pistola y cuchillo
Montero Glez es mi amigo, vaya por delante. Cada vez que le gusta un texto mío tira de billetera donde guarda los halagos y no repara en gastos. Y también es un caballero. Cada vez que no le gusta un texto mío me dice que se lo he plagiado a mi cuñado. ¿Cómo no vas a querer a un tipo así?
Montero Glez es un animal… Un animal literario, quiero decir… Cuando, de pequeño, aprendió a leer y escribir, decidió que aquello era lo suyo y que el resto, aprender un oficio que desembocara inevitablemente en una oficina, era un destino reservado única y exclusivamente al común de los mortales.
Montero Glez se implica hasta los tuétanos en la redacción de sus novelas. Lee, escucha la música que marcará, como banda sonora, el ritmo del texto, se implica en el tema como si le fuera la vida en ello, lo hace suyo, solamente suyo y esgrime todas las nuevas tecnologías a su alcance (blog, facebook, twitter…) para hacerte partícipe de aquello que, al respecto, le va pasando por la cabeza. Cuelga en la red sus lecturas y sus escrituras, párrafos y párrafos que luego quizás elimine del original. Es como si asistieras, en vivo y en directo, al making off de una novela.
Con la anterior, “Pólvora negra”, durante muco tiempo nos estuvo explicando con todo lujo de detalles cómo se fabricaba una bomba Orsini. Llegó un momento en que dudé si lo que pretendía era escribir una novela o montar un comando…
Ahora nos viene con “Pistola y cuchillo”, un título que se lo ha robado a su propia autobiografía. Porque Montero Glez escribe con maneras tan contundentes como un disparo a quemarropa y tan precisas como la línea roja que dibuja en la carne fresca el filo de una chaira. Nadie hay, en el panorama literario, que escriba tan cojonudamente bien como él. Bueno sí, uno, Francisco Umbral, pero ya no ejerce.
“Pistola y cuchillo” es una novela breve si atendemos a la descripción que harían quienes saben contar pero no saben leer. Porque sí, vale, son sólo 128 páginas, pero hay una intensidad tal en cada una de ellas que no hay opción a no deleitarse releyendo hasta el infinito todos y cada uno de sus párrafos.
Y es ahí, en esos párrafos, donde Montero Glez, desde el presupuesto de una hipotética última noche en la ya mítica Venta Vargas, va desgranando la vida de José Monge Cruz. Y digo José Monge Cruz, y no “Camarón de la Isla”, porque aquí no sólo está el artista, sino también la persona, sus amigos, sus gestos, su tabaco y, más que sus palabras, sus silencios, pues tampoco era el maestro muy dado a la conversación.
Quien sepa leer entre líneas, descubrirá también la vida del propio Montero Glez, entregado y agradecido a todo lo que el flamenco ha hecho por él y por su estilo. Literatura pura. Y quien sepa escuchar entre líneas, oirá cantar a Camarón. Flamenco puro. Tal para cual.
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13 comentarios:
Me gustan estas recomendaciones literarias de fin de semana que haces. Leí Sed de Champán y me pareció brutal de buena. Lo mismo que Pólvora negra. No sabía que había sacado otra novela. La leeré, por supuesto ;-)
Si tu lo dices es que vale y la compraré. Feliz Navidad para todos . Besos. La loli.
Es curioso cómo pasan las cosas. Hace pocos meses descubrí al señor Montero leyendo algún diario y, hoy, por casualidad, llego hasta aquí y me doy de bruces con una entrada que habla de él.
Estas cosas me empiezan a gustar...
Mi enhorabuena a tu amigo.
¡Y salu2 para ti!
hablas muy bien.......de el.........
yo ultimamente ni leo.......digo libros.....no tengo tiempo para nada...
espero algun dia poder hacerlo con fundamento....
en mis tiempos en EGB......era la bibliotecaria del colegio.....y ese curso me lei......muchisimos.......libros...
de esos que leias porque tu querias y no te obligaban los profesores.........
de todos modos.........gracias por tu articulo de hoy ..........agur
Si algún día escribo un libro, cosa que dudo, me gustaria que hicieras la presentación y ya puestos, te contrataria de manager. Voy a ver que dice Montero(que mala es la curiosidad).
Saludos Eduardo.
Excelente post. Solo Montero Glez es capaz de escribir (para envidia de Reverte, quien manifestó en su momento 'envidiarle la prosa a este hijo puta') líneas como estas:
'...Apareció a la hora de las meriendas, cuando más trajín había. Lo hizo envuelta en piel de zorra y remolinos de viento. Con una forma muy especial de castigar el suelo con el tacón alcanzó la barra y se sentó, pierna sobre pierna, en el único taburete libre de la tarde. Emputeció la sonrisa para pedir un cortado, con dos de azúcar, por favor. Vista de lejos parecía estar pidiendo otra cosa. Llevaba el pelo del mismo color que la mantequilla fresca y él imaginó que se lo había teñido así por aquello de que las rubias gustan más, o tal vez para contrastar con el color de su piel, del mismo color que la tinta. Por lo que fuere, había dado en el blanco, siguió imaginando con la bandeja en la mano y el mandilón atado a los riñones'.
Un saludo desde Toledo. Te enlazo.
Santos, no te defraudará ;-)
Loli, lo mismo te digo. Besos ;-)
Argos, hay casualidades fantásticas. Bienvenido! ;-)
Dyhego, se lo diré de tu parte ;-)
Mari Luz, lo que no hayas hecho tú... ;-)))
Steppenwolf, muchas gracias! Si te animas a escribir, será un placer ser tu manager ;-)))
Ana María, el Reverte y el Montero son grandes amigos. Gracias por compartir ese magnífico párrafo y por el enlace. Bienvenida a esta tu casa ;-)
bueno...........de paracaidista no he hecho...........
pero todo se andara.......jajjjajaj
de cura hice una nochevieja.......todos se querian casar....y menuda noche tuve...jajjjaajja
Me alegro de compartir amistades y admiraciones, cuñao
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