De
repente, le empezaron a fallar las piernas y tuvo que usar bastón. De repente,
le empezó a fallar el oído y tuvo que usar sonotone. De repente, le empezó a
fallar el corazón y tuvo que usar marcapasos….
De
repente, le empezaron a doler las articulaciones, la cabeza. De repente, empezó
a fallarle la memoria. De repente, un catarro se convertía en neumonía y tenía
que ingresar de urgencia en el hospital…
“Si esto”,
se lamentaba, “me pasa ahora que tengo noventa y tres años, ¿cómo será cuando
me llegue la vejez?”...