28 septiembre 2018

#BEERNES 84 – MALOS POEMAS



Por culpa

De aquel

Maldito tic nervioso

En la mano derecha,

Convertía

En malos poemas

Sus microrrelatos.

21 septiembre 2018

#BEERNES 83 – SÍNDROME DE DIÓGENES






La ventaja de ser su secretario es que tenía acceso a todos sus documentos, archivos y libros. Había confiado en mí el orden de su caos creativo y la gestión de su agenda.

Una tarde, mientras él paseaba por los alrededores de su chalé, entré en su despacho. Rebusqué en la papelera y encontré un papel arrugado donde se podía leer una frase:

Ninguno de los dos notó su llegada.

Podría ser el comienzo frustrado de una novela o relato. Seguí curioseando y saqué otra bola de papel. Decía:

Llevaba semanas deseando llevarte bajo aquel árbol y justo a aquella hora.

¿Otro inicio descartado? ¿Parte de su diario?... En la papelera había más bolas y mi curiosidad seguía en aumento…

Apenas tuve tiempo de ver tu sien ensangrentada cuando sonó el segundo disparo, esta vez dirigido a mí.

Parecían frases sin sentido. ¿Ejercicios de estilo?...

Era la primera vez que le pedía prestado el coche a mi padre.

Me estaba divirtiendo. Cada frase prometía una gran historia. Pero todas habían acabado arrugadas en la papelera. Aún había dos más…

Nos besamos aún con el motor encendido.

Quizás esta frase tuviera alguna relación con la anterior… La última bola de papel contenía esta frase:

La noche recobró el silencio perdido.

A diferencia de las anteriores, esta podría significar el final de una historia. ¿Qué pasaría si juntara las seis frases? ¿Podrían componer un microrrelato ordenadas de una determinada manera?...

07 septiembre 2018

#BEERNES 81 – UNA BIBLIOTECA EDUCADA



A Elia Barceló, este cuento cuyo parecido con la realidad no es el del todo pura coincidencia


Con el tiempo, la biblioteca que yo frecuentaba se fue modernizando. Ahora ya no se necesitaba el carné de socio para entrar. Bastaba con poner el dedo índice sobre un minúsculo lector óptico para que éste reconociera tu huella digital y te permitiera el paso con un mensaje impreso en una pantalla: “Bienvenido, Eduardo”.

Todo iba bien, como siempre, hasta que decidí marcharme. Puse mi dedo índice sobre el mecanismo del torno de salida y en la pantalla apareció el mensaje: “Hasta pronto, Helena”.

Comenté la incidencia con el guardia de seguridad de la puerta. Éste se encogió de hombros y despachó el incidente con un desinteresado “Cosas de la tecnología…”

Salí a la calle. En mi mano llevaba la novela de Elia Barceló “El color del silencio” cuya protagonista se llama, sí, Helena…