10 febrero 2017

#BEERNES 23 - EL DÍA DE LOS ENAMORADOS


Cada vez que se acerca el 14 de febrero me acuerdo de lo que le sucedió al vecino del cuarto derecha. Bueno, al antiguo vecino del cuarto derecha…:

El buen hombre pensó que no era mal precio. Trescientos euros por contratar los servicios de aquella prostituta durante dos horas para llevarla a cenar entraba dentro de su presupuesto. De esta forma podría cumplir a rajatabla su promesa de que de ese año no pasaba: celebraría, por fin acompañado, el día de San Valentín. Y a los ojos de todo el mundo parecería un hombre felizmente enamorado. Y, al día siguiente, podría contar en su oficina la misma historia llena de detalles de amor y lujo que, durante años, había tenido que soportar en boca de sus compañeros de trabajo.

Eligió con esmero en las páginas amarillas un restaurante que le asegurara un ambiente cálido, velas y música de violines. La prostituta, una guapa joven de veinte años con necesidad de pagarse los estudios de enfermería, cumplió con creces su papel y acudió a la cita vestida con un elegante vestido negro muy escotado que, por supuesto, él le había regalado esa misma tarde.

Durante la cena, el guión preestablecido y acordado cambió de rumbo. Fue después del segundo plato. Una de las camareras se acercó a su mesa para ofrecerles la carta de postres. El calambre entró por los ojos y bajó por toda la espina dorsal de mi vecino. Fue un flechazo. “Creo que me he enamorado de esa mujer”, le confesó sincero a su acompañante.

Ella, fiel a su papel de “novia-celebrando-el-día-de-San-Valentín-con-su-prometido”, no dudó un instante en asir con fuerza el cuchillo… y usarlo. Aun a sabiendas de que ya no cobraría por aquel trabajo.


2 comentarios:

Dyhego dijo...

Madre mía, aquí te pillo aquí te mato, literalmente...

Más claro, agua dijo...

En latín, coitus interruptus por la vía rápida :-)