Recuerdo cuando, hace ya
muchos años, yo me empeñaba en terminar de leer cualquier texto que pasara por
mis manos: desde el prospecto de un jarabe contra la tos hasta el “Un millón de
muertos” de Gironella. Y sostenía la firme convicción de que si no eras capaz
de leer una novela hasta el final no eras un buen lector…
Pasó el tiempo… Descubrí
que la Literatura es, o poco le queda, infinita. Y que las estanterías de mi
salón y de mi despacho jamás podrían dar suelo, techo y cariño a todas las
obras que uno quisiera leer y retener. Fue entonces cuando me puse serio. O
borde. A cada nuevo libro le concedía el beneplácito de las cuarenta primeras
páginas. Una vez llegado a ese límite, si no me gustaba, y mira que nunca he
llegado a acostumbrarme, lo cerraba, lo devolvía a la estantería que nunca
mencionas cuando te preguntan qué te llevarías a una isla desierta, y me
zambullía en la prometedora piscina de un nuevo libro por descubrir.
Hoy me he despertado con
unas ganas terribles de salir corriendo. No te diré el nombre del autor porque
tampoco pretendo que dejes de leer los libros de Ruiz Zafón, pero es que ayer
dejé por imposible una novela suya a la mitad… Sin embargo, esta noche los
personajes de la novela se han colado en la cartelera de películas de mi sueño
y he tenido el inmenso placer de disfrutar de una maravillosa historia,
cautivadora, cercana, plena. Hasta Carlos Boyero le habría concedido la máxima
puntuación si la hubiera visto en el Festival de Cine de San Sebastián…
Lo he pasado tan bien
que estoy deseando volver a leer malas novelas. Para dejarlas a la mitad,
cerrar los ojos y dejar que sea mi imaginación la que se encargue de prepararme
el mejor final posible para cada historia…
3 comentarios:
Hay cuadros en galerías que se quedan colgados de por vida esperando ser vistos alguna vez. Se ahorcan antes las miradas que fijarnos en ellos
Esos son los que más duran pues regresan a los fondos de colección para siempre.
No hay desgaste, ni miope que lo aguante
Con las novelas y tantos otros libros pasa lo mismo que con muchas películas...de la vida, hay muchos que pasan por ella sin ton ni son
Quizás de ahí me viene la afición de leer obras de teatro. Soy yo el director de escena, el que le pone cara a los personajes, el que modula su timbre de voz, el que idea la tramoya. Es mi imaginación la que manda.
Saludos.
Buena decisión.
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