Un grupo de ingenieros de la Universidad de Padua, en Italia para más señas, hartos de ver cómo sus alumnos hacían más caso al camarero del bar de la Facultad que a ellos mismos, doctos ilustrados, se han dedicado a idear un plan para solucionar el problema del agua en Venecia, la única ciudad del mundo que no tiene charcos cuando llueve…
Y lo que se les ha ocurrido es levantar la ciudad unos treinta centímetros con el fin de que el agua del mar no se les meta hasta la tercera balda del frigorífico. Podríamos aquí importar esa idea y aplicarla, por ejemplo, en Madrid: elevando la capital de… elevando Madrid una altura considerable eliminaríamos de un plumazo los atascos, pues quedarían todos abajo. También acabaríamos con las zanjas, más numerosas ahora mismo que los semáforos. Y qué decir de las manifestaciones de los obispos… Todos bajo tierra al grito de ¡Esto es un infierno!. Con un poco de suerte hasta se vería el mar desde Torre Picasso. El inconveniente es que también quedarían sepultados los bares y los estancos, la Cibeles parecería una taquillera del Metro y las Torres Kio un kiosko de periódicos futurista. El alcalde sería definitivamente San Isidro que estás en los cielos y la presidenta de la Comunidad sería un lejano recuerdo.
Creo que deberíamos ahondar en la idea y dejar el Estatut, la LOE, la Leonor y la gripe aviar para mejor ocasión. Quizás desde las alturas veamos las cosas más claras. Si no, al menos, siempre nos quedará el consuelo de vivir en la nubes (como los estudiantes universitarios y sus respectivos profesores).
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