Una hora menos en Canarias

Como ustedes seguro que saben, y si no se lo digo yo, que tengo la Wikipedia abierta, la memoria de los PCs se mide por eso que se ha dado en llamar “memoria RAM”. En el caso de mi cuñado, que tiene la memoria de los peces, es parecido: se mide en función de los tetra-bricks de leche RAM caducados que tiene en el frigorífico. Dicho esto, entenderán lo que pasó ayer domingo:

Mi cuñado llamó a eso del mediodía con intención de saber si íbamos a salir a tomar el vermú y, obviamente, autoinvitarse. Viendo la hora que era, le pregunté:

“¿Tú has cambiado la hora?...”
“¿Yo?, ¿por qué?”, contestó como queriendo decir “a mí que me registren, que yo no he hecho nada”
“Es que hoy es una hora menos…”, intenté empezar a explicarle…
“¡¡¡No me digas que nos vamos a Canarias!!!”
“¡Exacto!”

Mi boca pronunció esa palabra incluso décimas de segundo antes de que mi propia consciencia me abriera los ojos mostrándome la cantidad de ventajas que el destino me estaba ofreciendo en bandeja de plata.

En un tiempo record, le saqué por Internet un vuelo “sólo ida” a Tenerife en una compañía de bajo coste, le recogí en su casa, le llevé al aeropuerto y, cuando vio que no embarcaba con él, le sugerí que se fuera adelantando mientras yo confirmaba nuestra reserva de habitaciones en el hotel de cinco estrellas del que le ya le había hablado.

(…)

Cuatro horas más tarde, sonó el teléfono de mi casa:

“¡Cuñado, que no sé dónde estoy! ¡Que esto no es Canarias! ¡Que a pesar del cambio de hora aquí sigue siendo una hora menos que en España!...”
“Tranquilízate”, le contesté, tratando sin excesivo éxito de disimular la risa. “¿Tú ves negros a tu alrededor?...”
“Joder, sí… Montones… Y venden relojes y cedés en unas sábanas en el suelo…”
“¡Acabáramos!… Vale, tranquilo… Seguro que han secuestrado tu avión y te han desviado a algún país de África… No pierdas la calma…”
“¿África?... Pero también veo blancos…”
“Serán esclavos, ni caso… Lo que tienes que hacer inmediatamente es localizar una comisaría de policía, una embajada, un estanco, lo que sea, y decir que te han secuestrado y que exiges tu inmediata repatriación, ¿entendido?…”

Según mis cálculos, mi cuñado permanecerá ingresado en algún centro psiquiátrico de Tenerife durante los próximos seis meses, justo a tiempo para que regrese coincidiendo con el adelanto de hora de primavera. Para entonces, y dada su escasa memoria, seguro que podré meterle en otro avión con destino a algún país del Este…