04 diciembre 2009

Despedida sin adiós


Me gustaban aquellos zapatos. Pasaba todos los días por delante del escaparate y allí estaban, apoyados sobre un elegante cubo de terciopelo azul, mirándome fijamente, como queriendo decir “llévanos contigo” pero diciendo en realidad “450 euros”. Jamás podría comprarlos. Mi sueldo apenas me permitía optar a revolver, una vez al año, en las zapaterías de barrio en busca de un calzado en cuya etiqueta no figurara diseñador conocido alguno.

Me consolaba paseando con cierta frecuencia por delante de la tienda y, frente al escaparate, haciendo coincidir los zapatos con la imagen de mis pies reflejados en el cristal. Cada día me colocaba en el lugar exacto y comprobaba como en un espejo qué tal me quedaban aquellos zapatos con la ropa que llevaba puesta. Unos pantalones de pinzas se acoplaban discretamente al conjunto, mientras que el traje gris marengo de las grandes ocasiones se antojaba demasiado claro para ser combinado con el marrón de los zapatos. Definitivamente, desentonaban con la camisa de cuadros pero no quedaban demasiado mal con aquella americana negra y los pantalones vaqueros.

Hasta que llegué con el abrigo negro… Aquellos zapatos eran el complemento perfecto a mi abrigo negro. La caída del abrigo hasta las rodillas parecía prolongarse perfectamente en la línea de los cordones de los zapatos. Por fin había encontrado la ropa perfecta para aquellos zapatos que jamás podría permitirme el lujo de comprar.

Entonces, mi imagen reflejada en el cristal sonrió orgullosa, inclinó la cabeza con inusual elegancia a modo de saludo y, sin más, se marchó por la trastienda con sus zapatos nuevos.
-----------------

15 comentarios:

Dyhego dijo...

¡REDONDO!

Merce dijo...

Y le quedaban casi tan bien como te ha quedado a ti el relato.

Buen puente.

Anónimo dijo...

Dime que número gastas y te los compro,sino esos otros parecidos de aquí del mercadillo de enfrente mi hostal. Un beso blanco.(si existe el negro existirá el blanco,digo yo)loli.Buen relato.

Anónimo dijo...

Cómo conozco esa sensación... snif... los míos se llaman 299, 385... Pero lo peor fue este verano, ¡¡¡899!!!

Si es que no se puede...

ÁFRICA dijo...

Pero como nos engañan con esos precios.
Muy bien, mas de una nos sentimos reflejadas.
Un saludo

Food and Drugs dijo...

Es curioso, porque las imágenes del espejo hacen como que obedecen lo que les mandamos, pero en realidad, van a su bola.
Buen relato.
Saludos

ana dijo...

Oish, zapatos... mi punto débil! No sabes cómo me suena esa sensación...
La próxima vez, también intentaré salir por la trastienda ;)

Me ha encantao, que lo sepas.

Besines. Grandes.

Ana dijo...

Precioso relato =)

Anónimo dijo...

Esssos zapató, los pago yoooo. Las cañas y los Pálidos son palabras mayores... Muxuak.

Uno dijo...

Gran relato o cuento breve. Espero que cada cierto tiempo nos regales más de este tipo.

Creo que mañana que abren los comercios me iré a ver escaparates a va ver si encuerto la maniquí perfecta para mi imagen :-)

virgi dijo...

Estupendo.
No te lo quites ni para dormir
Besitos

Más claro, agua dijo...

Dyhego, muchas gracias!!! ;-)

Merce, muchas gracias. Gran puente ;-)

Loli, el 43. Supongo que el 42 en Canarias... Besos blancos y grandes para ti también... ;-)

Más claro, agua dijo...

Miss, yo con alguien que se llame 899 ni me hablo... :-)

África, lo malo de sentirse reflejado es que, ya ves, el reflejo se te va por la trastienda... :-)

Food, son seres más independientes de lo que nos creemos. Me tiene obsesinado... ;-)

Más claro, agua dijo...

Ana, muchas gracias. Besines caros para ti también :-)

Ana, muchas gracias a ti también ;-)

Anónimo, te va salir más barato, sin duda... :-) Muxuak!!!

Más claro, agua dijo...

Uno, habrá más. Espero que te sigan gustando ;-)

Virgi, estar sin imagen reflejada me quita el sueño... ;-)