Se despertó sobresaltado. Como todos los días, el ruido del choque de las bombonas de butano contra los hierros del camión le había arrancado violentamente del sueño. Eran sólo las ocho y media de la mañana. Enfurecido, se puso el batín y las zapatillas y bajó a la calle dispuesto a cualquier cosa.
Al ver que el camión del butano arrancaba para continuar su itinerario habitual por las calles aún oscuras del barrio, cogió un ladrillo del contenedor de una obra que había junto a su portal y lo lanzó con fuerza contra la ventanilla del conductor. El certero proyectil rompió el cristal y fue a parar a la sien izquierda del trabajador de Repsol Butano dejándole inconsciente en el acto. Ante el asombro y la impotencia de su compañero de reparto, el vehículo continuó avanzando sin rumbo fijo hasta chocar contra el escaparate de una sucursal bancaria atestada de ancianos que guardaban cola a la espera de poder cobrar su pensión mensual.
El hombre se sacudió el polvo de las manos y, tras mirar a ambos lados de la calle para cerciorarse de que nadie había sido testigo de su venganza, subió a su casa, se quitó el batín y las zapatillas y volvió a meterse en la cama con la esperanza de recuperar para siempre la tranquilidad que durante tantos días le habían usurpado.
Justo cuando empezaba a conciliar de nuevo el sueño, llegó la ambulancia con su atronadora sirena a recoger a los ancianos heridos.
Al ver que el camión del butano arrancaba para continuar su itinerario habitual por las calles aún oscuras del barrio, cogió un ladrillo del contenedor de una obra que había junto a su portal y lo lanzó con fuerza contra la ventanilla del conductor. El certero proyectil rompió el cristal y fue a parar a la sien izquierda del trabajador de Repsol Butano dejándole inconsciente en el acto. Ante el asombro y la impotencia de su compañero de reparto, el vehículo continuó avanzando sin rumbo fijo hasta chocar contra el escaparate de una sucursal bancaria atestada de ancianos que guardaban cola a la espera de poder cobrar su pensión mensual.
El hombre se sacudió el polvo de las manos y, tras mirar a ambos lados de la calle para cerciorarse de que nadie había sido testigo de su venganza, subió a su casa, se quitó el batín y las zapatillas y volvió a meterse en la cama con la esperanza de recuperar para siempre la tranquilidad que durante tantos días le habían usurpado.
Justo cuando empezaba a conciliar de nuevo el sueño, llegó la ambulancia con su atronadora sirena a recoger a los ancianos heridos.
---------------------
10 comentarios:
En este caso la sordera hubiera evitado la violencia y en otros casos algunos políticos se hacen los sordos y la fomentan. la loli. un beso en la oreja sorda.
Por eso es mejor el Gas Natural...
Besines silenciosos ;)
Hombre, no te pases con los butaneros.
Yo me haría francotirador y dispararía a:
los que salen con perros ladradores y cagones, los moteros que aceleran, los que llevan la música fuerte, los que se ponen a rebuznar bajo tu ventana...
Salu2.
Ay que ver, eh. Los viejos siempre metiéndose en todo...
Pobres pensionistas, muertos en lo mejor de la vida.
;-)
Loli, siempre pensé que la sor-dera era una monja... ;-)
Ana, sin duda, pero no todas pueden prescindir del butanero... :-)
Dyhego, candidatos no faltan, no ;-)
Paquita, si hay bares cerca lo mismo nos animamos a hacer la excursión ;-)
Merce, es cierto, qué manía con cobrar la pensión, ¿verdad?... :-)
Food, y a primeros de mes, con toda la pensión por gastar... :-)
Es que también los delbutano, a las ocho y media moviendo las btellitas.... yo les hubiera un ladrillo pero directamente desde el balcón, porque no tengo batín y queda muy feo ser violento en esquijama
Miguel, desde el balcón lo más propio sería lanzarles la bombona vacía y atacarles con sus prpias armas, a ver si tienen narices ellos de lanzarte una entera... ;-)
¡Si es que... ni dormir puede uno!
Ya no hay justicia bajo el sol ¿?
Besos y que disfrutes de todos los días: PAQUITA
Publicar un comentario