31 enero 2017
30 enero 2017
27 enero 2017
#BEERNES 21 - MERAS COINCIDENCIAS
La ilusión que me hizo recibir la llamada de aquel
municipio se esfumó rápidamente cuando descubrí que no era el jurado del
concurso al que me había presentado y que me comunicaba mi condición de ganador
del suculento premio del mismo quien me llamaba, sino un inspector de la
comisaría solicitando que facilitase mi ubicación exacta y ordenando que no me
moviera de aquí hasta nueva orden.
Poco tardó en personarse una pareja de policías
nacionales en mi casa procediendo a esposarme y a conducirme al furgón policial
que esperaba abajo con las puertas abiertas, las luces encendidas y la curiosa
atención de los ocasionales a la vez que numerosos viandantes.
Durante el trayecto hasta la comisaría, tuvieron a
bien informarme de que estaba detenido como sospechoso autor del asesinato de
una joven vecina del pueblo del que había recibido la llamada. Me dijeron que
el cadáver había sido encontrado prácticamente a la misma hora en que un jurado
compuesto por el concejal de Cultura y Festejos, el maestro del pueblo y un periodista
de la capital concedían el premio de finalista al relato que yo había enviado
al concurso literario de la localidad y que tenía como protagonista a una joven
que era asesinada en las mismas circunstancias que, al parecer, también lo
había sido aquella muchacha.
El sujetador de encaje negro, el cuello roto, el
haber sido encontrada en un sitio apartado y alejado de curiosas miradas…
Demasiados elementos comunes como para catalogarlo fríamente de “meras
coincidencias”. Me adelantaron que tendría que dar muchas explicaciones más
allá del machaconamente repetido “es un simple relato de ficción” que yo
esgrimía desesperado y en defensa propia.
26 enero 2017
25 enero 2017
24 enero 2017
23 enero 2017
20 enero 2017
#BEERNES 20 - POR PETENERAS
El viento de levante me
acompañó durante todo el trayecto entre Tarifa y San Fernando. Había quedado
para comer con Roberto en la Venta de Vargas. Él se recuperaba lentamente de
una grave lesión de espalda que a punto estuvo de dejarlo convertido en la
estatua que se merece que un día le pongan allí mismo, al lado de la de
Camarón, pero me dijo que si los calmantes se lo permitían, vendría.
La mesa del patio
reservada a mi nombre la ocupaban ya dos comensales cuando llegué, dos amigos
de Cádiz con los que también había quedado aprovechando que el Guadalete pasa
por Jerez. Unas mesas más allá, un padre y un hijo, de rasgos más japoneses que
gitanos, no dejaron de mirarme desde que entré. El camarero me aclaró que
estaban al tanto de que Roberto comería con nosotros y parecía que le esperaban
con indisimuladas ganas.
Tras dos cervezas de
cortesía, concluí que no vendría. Y en vez de llamarle al móvil para salir de
dudas, le hice una señal al camarero para salir de hambres. Pocos minutos
después, nuestra mesa se fue llenando de platos con tortillitas de camarones,
croquetas de la Tía María, cazón en adobo y cola de toro, siempre bajo la atenta
mirada de aquellos dos pares de ojos rasgados por la genética y la curiosidad.
Al terminar de comer,
con la sobremesa al compás del aguardiente de la casa, el camarero vino con un
libro entre las manos. Los señores japoneses, me dijo con una irónica sonrisa,
no querían importunarme, pero estarían encantados si yo les firmara el
ejemplar. Lo lógico habría sido declinar amablemente la invitación, así que
acepté el bolígrafo que el camarero me ofrecía y en una página interior, bajo
el título “Manteca colorá”, escribí:
“Para mis amigos
japoneses, tras una agradable velada, con un afectuoso saludo. Montero Glez.”
19 enero 2017
18 enero 2017
17 enero 2017
16 enero 2017
13 enero 2017
#BEERNES 19 - LOS REGALOS LOS CARGA EL DIABLO
Los regalos los reparten
los Reyes Magos, pero los carga el diablo. Y cuando abres el paquete y
descubres que es un pluma estilográfica, sabes que, a partir de ese momento,
todo va a ir mal.
Tú, que siempre has
escrito tus cuentos pulsando teclas en el ordenador, buscas por toda la casa
unos folios en blanco o un cuaderno con los que poder utilizar tu nueva pluma.
Empiezas a escribir y a trabajar en tu última idea para un relato. Y ya en la
tercera frase, o en el segundo párrafo lo más tardar, el personaje principal se
te desmanda. No obedece a tu argumento y trata de interpretar la historia a su
manera. El protagonista de carácter afable y conciliador se ha vuelto, de
repente, un huraño y un soberbio. Por mucho que tú quieras enderezar su rumbo
enfrentándole a situaciones en las que sólo puede reaccionar de la manera que
tú tienes pensada, él le da la vuelta, rebusca en las lagunas de tu
argumentación y se escapa por entre los
huecos que dejan en blanco las líneas que escribes.
Es culpa de la pluma: si
no estás acostumbrado a usarla, los personajes lo notan y se aprovechan de tu
debilidad tomando las riendas de la línea argumental y campando a sus anchas
por esos paisajes nevados que son los folios en blanco. El gesto autoritario,
casi dictatorial, del dedo sobre las piezas del teclado imponiendo el pulso
narrativo se torna en fragilidad e incertidumbre cuando deslizas la punta de la
pluma sobre el papel, temeroso de quebrarla. Igual que los animales ven tu
miedo reflejado en tus ojos, así los personajes de los cuentos sienten tu
inseguridad en tu mano.
He sido incapaz de
terminar no ya un cuento, sino un simple microrrelato con la pluma
estilográfica. La he devuelto a su elegante caja y la he colocado en una
estantería lejos de la mesa en la que trabajo. De vez en cuando, mientras
tecleo, la miro de reojo y le doy gracias a la tecnología por lo sumisos y
bienintencionados que me salen los personajes en la pantalla del ordenador.
12 enero 2017
11 enero 2017
10 enero 2017
09 enero 2017
Yo lo he visto... (157)
Unos maleducados muy bien educados: pintan en las
paredes de los servicios públicos pero piden las cosas por favor.
05 enero 2017
04 enero 2017
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