Hemos quedado en la entrada del
cementerio. Pasearemos entre las tumbas leyendo epitafios. Al final, nos
haremos un selfie como recuerdo. Pero uno de los dos nos aparecerá reflejado en
la fotografía…
El amor y la muerte, conviviendo. Te cuento que me encantan los cementerios, he viajado mucho y a cada pueblo que llego visito dos cosas: mercados y cementerios. Gracias por compartir tu relato. Un abrazo
Andaba de viaje, pero no pensé nunca en eso y eso que me paso por algunos a determinadas e intempestivas horas, buscando alguien con quién departir o platicar; por aquello del aburrimiento que suponen esas noches. Pero nada, chico, ni un alma viviente con quien echar una parrafada. He aquí un ejemplo hablado y no veas qué silencio; mas no soledad. Seguro:
Es que las calles de vinos son bulliciosas, fedorínicas y cuando encuentras a alguien con quien hablar, se le tuerce la lengua sin un porqué claro. Y les cuesta mucho explicarse, finalizando sus frases con un "vale" o "me explico"...¿?...
Al menos, en aquellos lugares, contrariamente no huele a muerto como en esas calles de tapas y jarana. Qué cosas, es socialmente un oxímoron sospechoso de qué falleció más de uno...De una tajada etílica; dun atropello por exceso de vino o se fue; por empacho y atragantamiento de tapas al que no llegaron a tiempo de hacerle aquella maniobra...¿?
¿Para cuándo una visita nocturna a un camposanto monumental con salto de alto muro coronado de vidrios (lleva piedras en los bolsillos para machacarlos), sólo para saber quién fue el desafortunado al que le tocó la lotería y falleció del soponcio. Mecagoenpilatos?
7 comentarios:
!!!Quiyo!!! Que ya ha pasado Halloween.
Saludos.
Un amor que desafía el "hasta que la muerte nos separe".
Supongo que es que uno de los dos NO aparecerá en la fotografía ¿verdad?
Un beso
¡Me gusta tu blog! Es muy original y con un punto sarcástico. Me gustaría saber cuál de los dos no saldrá en la foto je, je. Saludos.
Juan, para los muertos vivientes todos los días son Halloween ;-)
Alis, exactamente ;-)
Mara, muchas gracias. Para saberlo, tendrás que venirte con nosotros al cementerio. ¿Te atreves?... ;-)
El amor y la muerte, conviviendo. Te cuento que me encantan los cementerios, he viajado mucho y a cada pueblo que llego visito dos cosas: mercados y cementerios. Gracias por compartir tu relato. Un abrazo
Compartimos vicio, Facu. Un abrazo.
Andaba de viaje, pero no pensé nunca en eso y eso que me paso por algunos a determinadas e intempestivas horas, buscando alguien con quién departir o platicar; por aquello del aburrimiento que suponen esas noches. Pero nada, chico, ni un alma viviente con quien echar una parrafada. He aquí un ejemplo hablado y no veas qué silencio; mas no soledad. Seguro:
http://4.bp.blogspot.com/-siRQmj1Y2E0/VpLJsELjicI/AAAAAAAAHE0/h8JD4t8jmZ8/s1600/CEMENTERIO%2BLLODIOCERIO.jpg
Es que las calles de vinos son bulliciosas, fedorínicas y cuando encuentras a alguien con quien hablar, se le tuerce la lengua sin un porqué claro. Y les cuesta mucho explicarse, finalizando sus frases con un "vale" o "me explico"...¿?...
Al menos, en aquellos lugares, contrariamente no huele a muerto como en esas calles de tapas y jarana.
Qué cosas, es socialmente un oxímoron sospechoso de qué falleció más de uno...De una tajada etílica; dun atropello por exceso de vino o se fue; por empacho y atragantamiento de tapas al que no llegaron a tiempo de hacerle aquella maniobra...¿?
¿Para cuándo una visita nocturna a un camposanto monumental con salto de alto muro coronado de vidrios (lleva piedras en los bolsillos para machacarlos), sólo para saber quién fue el desafortunado al que le tocó la lotería y falleció del soponcio. Mecagoenpilatos?
Publicar un comentario