Hace un año, en la presentación de su último libro, Arturo Pérez Reverte se quejaba de que en el Faro de Trafalgar no hubiera ni una mísera placa que recordara la famosa batalla de 1805. Un año después, lo ha conseguido. Las mismas mentes preclaras que apostaron por dotar a sus funcionarios de bicicletas para ir al trabajo, han colocado una placa conmemorativa junto al citado faro en la que se incluye una relación de todos los barcos que participaron en la contienda.
Y ya no sé si por exceso de celo o por tener contento al padre ideológico del Capitán Alatriste, en dicha relación se incluye el “Antilla”, el barco que el autor inventa para mejor poder desarrollar la trama y que jamás perteneció a la flota española.
No cabe duda de que el funcionario de turno se ha leído el libro y lo ha utilizado para diseñar la placa de marras. Pero tampoco cabe duda de que no ha llegado hasta el final, justo al capítulo titulado “Nota del autor” en el que éste justifica su licencia narrativa.
Propongo que, como mínimo, a este servidor público le castiguen quitándole el sillín de la bicicleta que le haya correspondido en el reparto. Por lo menos, durante los próximos doscientos años…
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