Un tal Gordon ha arrasado estos días Galicia. Según cuentan las crónicas, llegó de noche, circuló por las calles a más de 160 kilómetros por hora y causó numerosos daños materiales en el mobiliario urbano. Hay quien afirma que el tal Gordon es un huracán. Yo me inclino por pensar que es un hooligan inglés de vuelta a su país tras pasar las vacaciones en Torremolinos.
Y es que en Galicia llevan un tiempo que no levantan cabeza. Primero fueron los quince años de mandato de Fraga. Luego, el Prestige, los incendios de este pasado verano y, ahora, el Gordon ese de las narices. A este paso, hacer el Camino de Santiago va a ser considerado deporte de alto riesgo.
“Ya sólo falta que nos digan que el marisco produce ácido úrico”, declaraba un ingenuo…
“Quita, quita, peor sería que volviera Fraga…”
Lo que se va a conseguir con todo esto es desterrar el mito ese de que nunca se sabe si el gallego está subiendo o bajando las escaleras, si viene o va. El gallego directamente se va a ir. No hay quien aguante tanta desgracia seguida… salvo los espectadores de “Gente”, de “Salsa Rosa Quintana” o de los informativos de Antena 3.
Y todo eso sin mencionar una nueva amenaza que se cierne sobre ellos: el mejillón cebra. Desde la aparición del oso hormiguero no se tenía conocimiento de tamaño desvarío sexual en la fauna mundial. El mejillón cebra ya ha invadido el Ebro. ¿Qué ocurrirá si llega a Galicia? Será el principio del fin, que en gallego se dice “finisterre”.
Tras el mejillón cebra aparecerán el pulpo panda, el centollo pitón y la jirafa con grelos. Y cuando vayamos a un restaurante, en vez de al chef tendremos que pedirle consejo a los del National Geographic, ya verán, ya…
Encomendémosnos, pues, a las meigas antes de que sea demasiado tarde y emigren también ellas a Torremolinos. Sólo hay una especie más devastadora que el mejillón cebra: la meiga hooligan.
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