Hay a quien le duele la espalda. Hay a quien le duelen los juanetes. Hay a quien le duele la rodilla justo un día antes de ponerse a llover. Hay, incluso, a quien le duele España. A mí, particularmente, me duele mi cuñado. Soy lo que el Vademecum define como un Sufridor del Dolor de Cuñado: un sudocu.
Y es que mi cuñado es como Barcelona: tiene muy pocas luces. Mantener una conversación con él es como comer pipas con los guantes de boxeo puestos. Cuando ayer le comenté que habían puesto fuera de la circulación al famoso Solitario, se echó las manos a lo que el resto de los mortales usamos como cabeza y exclamó: “Dios mío, ¿y qué voy a hacer ahora en la oficina? Yo no sé jugar al Buscaminas…”
Le tuve que aclarar (llámenme caritativo, llámenme gilipollas) que el Solitario era un atracador de bancos al que habían atrapado justo cuando tenía planeado irse a vivir a Brasil, como el Dioni… “Ah, el Dioni… Ese sí que tuvo buena vista”. Evidentemente, mi cuñado nunca ha visto una fotografía del Dioni.
Como el asunto no daba para más, le cambié de tema: “¿Te has enterado de lo último de Anasagasti?”. En ese momento descubrí que, para mi cuñado, Anasagasti es una marca de boinas. Tuve que aclararle (llámenme gilipollas, directamente) que Anasagasti es un señor senador. Y mi cuñado, hombre recto y formal, respetuoso hasta la extenuación con las instituciones, sentenció: “Si es senador, seguro que no tiene ni un pelo de tonto”. Evidentemente, mi cuñado nunca ha visto una fotografía de Anasagasti.
“Todo ha empezado con el secuestro de El Jueves”
“¿El jueves? ¿A quién secuestraron ayer?”
(Lo sé, la culpa es mía) “Es una revista. Ha publicado un chiste sobre los Príncipes y un juez lo ha considerado infame y ha retirado la revista de los kioskos”
“Pues claro que sí, ¿qué es eso de quebrantar la reputación de la Monarquía? Ha hecho muy bien el juez Anasagasti”
(A esto se le conoce técnicamente como “la memoria de los peces”) “Que no… A raíz de ese suceso, Anasagasti, el senador, ha calificado a la Familia Real de impresentables y vagos…”
Media hora más tarde, como no salía de su estado catatónico, tuve que darle una copa de mi mejor ron. No falla.
A la cuarta copa, ya había reclamado la cadena perpetua para Heraclio Fournier por haber caricaturizado al Rey en las cartas de la baraja. “Todo el mundo sabe que el Rey no bebe… ni lucha… ni malgasta el dinero… ni juega al béisbol”. (Sí, definitivamente, el gilipollas es él).
Y como aquello no tenía visos de terminar jamás, con responsabilidad republicana apliqué el Plan B: “¿Sabes el título del último libro super-ventas en España? Marivent y la extraña familia…”
Mientras yo me recupero de mi dolor de cuñado, seguro que él ya está amenazando de muerte a toda la plantilla del FNAC.
Y es que mi cuñado es como Barcelona: tiene muy pocas luces. Mantener una conversación con él es como comer pipas con los guantes de boxeo puestos. Cuando ayer le comenté que habían puesto fuera de la circulación al famoso Solitario, se echó las manos a lo que el resto de los mortales usamos como cabeza y exclamó: “Dios mío, ¿y qué voy a hacer ahora en la oficina? Yo no sé jugar al Buscaminas…”
Le tuve que aclarar (llámenme caritativo, llámenme gilipollas) que el Solitario era un atracador de bancos al que habían atrapado justo cuando tenía planeado irse a vivir a Brasil, como el Dioni… “Ah, el Dioni… Ese sí que tuvo buena vista”. Evidentemente, mi cuñado nunca ha visto una fotografía del Dioni.
Como el asunto no daba para más, le cambié de tema: “¿Te has enterado de lo último de Anasagasti?”. En ese momento descubrí que, para mi cuñado, Anasagasti es una marca de boinas. Tuve que aclararle (llámenme gilipollas, directamente) que Anasagasti es un señor senador. Y mi cuñado, hombre recto y formal, respetuoso hasta la extenuación con las instituciones, sentenció: “Si es senador, seguro que no tiene ni un pelo de tonto”. Evidentemente, mi cuñado nunca ha visto una fotografía de Anasagasti.
“Todo ha empezado con el secuestro de El Jueves”
“¿El jueves? ¿A quién secuestraron ayer?”
(Lo sé, la culpa es mía) “Es una revista. Ha publicado un chiste sobre los Príncipes y un juez lo ha considerado infame y ha retirado la revista de los kioskos”
“Pues claro que sí, ¿qué es eso de quebrantar la reputación de la Monarquía? Ha hecho muy bien el juez Anasagasti”
(A esto se le conoce técnicamente como “la memoria de los peces”) “Que no… A raíz de ese suceso, Anasagasti, el senador, ha calificado a la Familia Real de impresentables y vagos…”
Media hora más tarde, como no salía de su estado catatónico, tuve que darle una copa de mi mejor ron. No falla.
A la cuarta copa, ya había reclamado la cadena perpetua para Heraclio Fournier por haber caricaturizado al Rey en las cartas de la baraja. “Todo el mundo sabe que el Rey no bebe… ni lucha… ni malgasta el dinero… ni juega al béisbol”. (Sí, definitivamente, el gilipollas es él).
Y como aquello no tenía visos de terminar jamás, con responsabilidad republicana apliqué el Plan B: “¿Sabes el título del último libro super-ventas en España? Marivent y la extraña familia…”
Mientras yo me recupero de mi dolor de cuñado, seguro que él ya está amenazando de muerte a toda la plantilla del FNAC.
3 comentarios:
Me vas a perdonar, pero la culpa es tuya... tuya completamente. Porque... se puede saber... ¿por qué le hablas a tu cuñado de esas cosas tan difíciles???
Háblale de "júrbol", joder, y no te compliques.
(el post: estás sembrao... no es peloteo pero se nota que la proximidad de las vacaciones aumenta tu creatividad)
El problema es que mi cuñado dejó de ver el fútbol cuando suprimieron la Copa del Generalísimo... Ahora, dice, "es un juego de mariquitas". La verdad es que, viendo al Beckham, al Guti, etc., no le falta razón. Mal que me pese...
ummmm, si es que existe gente que es mejor ignorar...y los cuñaos son todos unos parasitos...coime...si yo soy cuñado tambien...como se nota..jejeje, saludos
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