26 febrero 2010
Egos revueltos
Hay quien sostiene que Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) es el único periodista capaz de estar en tres sitios diferentes a la vez. Yo añadiría que, además, es capaz de convertir esas tres visitas en tres magníficos reportajes.
Y quizás haya sido ese don de la ubicuidad lo que le ha permitido hacerse con el XXII Premio Comillas, un premio que no pretende exaltar las frases textuales entrecomilladas, sino la Historia, la Biografía y las Memorias.
Comillas es un municipio cántabro famoso por su universidad pero que todo el mundo recuerda por El Capricho de Gaudí y por las alubias del Restaurante Filipinas. Así es la memoria: sibarita y selectiva. Quizás por eso Francisco Ayala bautizase sus memorias con el título “Recuerdos y olvidos”… Quizás por eso Mario Benedetti escribió “El olvido está lleno de memoria”…
Juan Cruz, el periodista que se llama “como el sargento que acompaña a Martín Fierro” (según le apuntó Julio Cortázar), pone sobre el papel los recuerdos que avalan su extensa e intensa vida estrechamente ligada a la literatura. “Egos revueltos” es el desarrollo de lo que Juan Bonilla llamaba “el síndrome del yo-yo” (y solamente yo) y lo que Manuel Vicent explicó de la siguiente manera: “los escritores, de noche, entran en las librerías para colocar sus libros en las primeras filas de las estanterías. Al día siguiente, éstas aparecen salpicadas de sangre; tan cruenta es la pelea entre ellos”.
Este libro se puede leer con la misma intención vacua que el “¡Hola!” en busca de cotilleos más o menos morbosos, que los hay (¿sabían que Bryce Echenique se negó a venderle su casa de Madrid a la eurovisiva Massiel por “pesada”?) o se puede leer con la pasión de estar acompañando de la mano a un testigo privilegiado de la mejor literatura en habla castellana de la segunda mitad del siglo XX. Porque Juan Cruz tiene la habilidad de montar una pastelería a partir de la magdalena de Proust o todo un circo con los “Tres tristes tigres” de Cabrera Infante.
Por las casi quinientas páginas del libro pasean desde los egos inflados hasta la soberbia de Umbral o Cela, por citar tan sólo a dos enemigos íntimos, hasta los egos escondidos, tímidos de Miguel Delibes o Juan Carlos Onetti, quien humildemente afirmaba que poseía una magnífica dentadura, pero que se la había prestado a Vargas Llosa.
De Buenos Aires a Madrid, de Barcelona a Tánger, de Nueva York a París… Todos los egos imaginables revueltos en el mapamundi de las letras, un viaje al interior de unos seres que poco tienen que ver con la imagen que de ellos se da en las solapas de los libros que han publicado.
Al final queda la sospecha de que si Juan Cruz no ha titulado su libro “Confieso que he vivido” es porque se le adelantó Pablo Neruda (“uno de los egos más grandiosos que dio la literatura que uno ha podido tocar”), el poeta que rompió su promesa de no pisar suelo español mientras durase la dictadura franquista cuando el propio Cruz le aseguró que, si bajaba del barco en el que viajaba, en aquel puerto de Tenerife le esperaban unos amigos republicanos, un plato de arepas y unos vasos de güisqui.
Cierro comillas.
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Reseña publicada en la web MÁS QUE PALABRAS
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10 comentarios:
Hoy no opino.
Salu2
Leer este libro tiene, seguramente, el peligro de no leer a según quién nunca más.
Yo he conocido personalmente a Brice, el maravilloso autor de "Un mundo par Julius" y "La vida exagerada de Martín Romaña" y ya no he podido leer practicamente nada más suyo. Quizás es que tampoco ha escrito nada bueno después de esas dos.
Es lo que tiene conocer al hombre en su domesticidad...
Lo malo de querer ser escritor, es que se le suele antojar a gente muy encantada de conocerse. Como para no haber colisiones múltiples de egos...
:-)
Entre la estupenda pinta que tiene y la vocación de cotilla que tengo yo, me lo apunto para próximas lecturas ;)
Besines.
Pues habrá que indagar en esos egos...
Si tiene sexo y vicios ocultos y cotilleos se venderá muy bien.Suerte.La loli.
Juan Cruz ha marcado una época en la literatura en castellano, eso es indudable. Él fue quien se lanzó a las famosas "sinergias" Alfaguara-El País, por ejemplo. El País pone bien a los que escriben en Alfaguara, y en Alfaguara editan libros los que escriben en El País... esa es más o menos la idea, con algún matiz. Es indudable, como digo, que ha marcado una época.
Dyhego, lo siento, pero Blogger te ha contabilizado como comentario :-)
Pombolita, es cierto, hay veces que es mejor no profundizar... :-)
Food, lo malo es que cualquiera que llena dos folios seguidos ya se considera "escritor" ;-)
Ana, espero que lo disfrutes ;-)
Merce, cuida que no te salpiquen... :-)
Loli, pues va a ser que no... ;-)
Miguel, sin duda es el gran ego que se muerde la cola... :-)
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