Cada vez queda menos tiempo para que la fatídica fecha de regreso al trabajo se te aparezca no sólo en tus pesadillas. Y para ir preparando la rentreé, que en inglés no se dice jet-lag pero tiene los mismos síntomas, empiezas a buscar en los periódicos la actualidad de la que has estado huyendo en las últimas semanas. Este año, abrir los periódicos en agosto está siendo como abrir la puerta del cuarto de baño de casa de tu novia y encontrarte a su abuela duchándose. No se lo recomiendo a nadie...
Como no me gusta estropear el final de las películas, tampoco quisiera amargaros el final de las vacaciones, por lo que correré un tupido velo (quien ponga un negocio de tupidos velos se forra) por los detalles más escabrosos de las portadas nacionales (incendios, cayucos, guerras, etc…) y me centraré en dos noticias que, a buen seguro, y si el PP no se opone demasiado, cambiarán el rumbo de nuestras futuras grabaciones caseras de video.
En primer lugar, todos los que tenemos títulos nobiliarios estamos preocupados por la facilidad con la que la comunidad científica despoja de sus títulos y categoría a cualquiera que se mueve mínimamente en la foto. Ahora resulta que Plutón, nuestro Plutón de toda la vida, ya no es un planeta, que le hemos bajado de categoría. Vale que está lejos… Vale que igual no lo habita nadie porque en agosto ya se sabe… Pero quitarle el título así, sin avisar… ¿Te imaginas que al Atlético de Madrid le dicen de buenas a primeras y en pleno agosto “pues ya no juegas más en la Liga de las Estrellas: tú, a Segunda, con los asteroides” (no confundir con los “esteroides”, más propios del ciclismo)?. Ya puestos, preferiría que el título de Planeta se lo hubieran quitado a Camilo José Cela, que dicen que su novela “La cruz de San Andrés” la escribió un negro que se hacía llamar Ana Rosa Quintana, o algo así, tampoco me hagas mucho caso…
Y en segundo lugar, estoy convencido de que este ha sido el último año en que los habituales de la playa han podido disfrutar de las olas algunos días. A partir del año que viene, la indiscriminada invasión de nuevas urbanizaciones medirá sus fuerzas cara a cara con la indiscriminada invasión de medusas. ¿El trofeo?: la conquista de la playa. Por un lado nos amenazarán los balcones y terrazas de apartamentos rebosantes de toallas colgadas sobre la barandilla y toldos extendidos con sus estridentes colores. Por el otro, unos bichos disfrazados de paracaídas nos esperarán sumergidos afilando sus devastadoras agujas cargadas de pimientos del Padrón o similar (que unos pican y otros más). La especulación urbanística crece y se acerca cada vez más al mar. Por su parte, éste también crece y sube de nivel lentamente pero sin pausa. Y nosotros, en medio, tan sólo podremos preguntarnos a qué demonios espera el dueño del chiringuito para abrir, ¡¿no ve que estamos rodeados?!
La cuenta atrás ha comenzado… Lo peor está por llegar…
27 agosto 2006
20 agosto 2006
Tiempo de perderse
No hay nada como planificar una excursión veraniega guiándose por la Guía Campsa de hace seis años. Las carreteras nacionales se han convertido en autovías y en nuestro mapa ya no aparecen las salidas correctas; muchas carreteras comarcales han desaparecido y donde antes había un área de descanso ahora te encuentras con un campo de olivos; y el pueblo calificado en la guía como de interés turístico es una reproducción a escala de las ruinas de Itálica. De esa forma te aseguras estar metido en tu coche todo el día intentando volver a tu chalet alquilado en la urbanización de lujo que, por otro lado, al ser de nueva construcción, tampoco aparece en la guía.
Otros que tienen una gran habilidad para perderse son los niños. Hace ya muchos años, me perdí en una playa atestada del Mediterráneo. Aquello era un bosque de sombrillas. Había más gente que en las manifestaciones de los obispos si tomas como referencia las estimaciones de asistencia del Partido Popular. Ante mis llantos, unos amables jubilados alemanes me llevaron a las instalaciones de la Cruz Roja y aquello parecía Disneyland París el día del espectador de la cantidad de niños que estábamos allí esperando a que nuestros padres nos echaran en falta. A mí concretamente me recogieron a los cuatro días, pero había otros niños que tenían ya su propia habitación reservada de un año para otro.
En el ranking de perdidos figuran también en los primeros puestos del escalafón los ancianos. Hay que ver la manía que tienen de despistarse en las gasolineras mientras el resto de la familia sale con dirección a la playa. Claro que, cuando llevan más de tres horas leyendo gratis las revistas de los stands y el responsable llama a la policía, declaran que han sido abandonados por sus respectivos yernos. Generalmente son trasladados a un Hogar de Ancianos, a un Centro de Jubilados o similar. Y una vez instalados, se sacan del interior de la chaqueta un taco de revistas pornográficas que han birlado en la gasolinera y piensan “esto sí que son vacaciones, y no andar cuidando de que los nietos no se pierdan en la playa mientras mi yerno y mi hija se emborrachan en el chiringuito”.
13 agosto 2006
Tiempo de becarios
Agosto es tiempo de becarios, esas personas que aparecen en verano para realizar el trabajo del que todos huimos a cambio de un sueldo miserable. Sólo se diferencian de los inmigrantes subsaharianos en que no vienen en pateras a entregar el currículo.
Hace algunos años, uno sabía de la llegada de los becarios por los medios de comunicación. Pero no porque aparecieran grandes noticias o reportajes al respecto sino porque los titulares de los periódicos y los rótulos de los telediarios se llenaban de faltas de ortografía. Ahora, por culpa del deficiente nivel formativo adquirido por el personal, esto sucede a lo largo de todo el año y así no hay manera de enterarse. Ni de la llegada de los becarios ni de las propias noticias en sí.
Yo puedo presumir de que, en mi época de becario en un medio de comunicación local, nunca cometí una sola falta de ortografía… Claro que era harto difícil cometer un error de ese tipo sirviendo cafés o tratando de arreglar el mando a distancia del aire acondicionado de la redacción. Eso sí, era el que menos tiempo tardaba en bajar a por tabaco para el jefe. Cuando, por fin, pude firmar mi primer reportaje de investigación (“La amenaza de los hongos en las piscinas municipales”), el alto consumo de energía eléctrica provocó un apagón de más de seis horas en la ciudad y la edición del periódico no pudo estar al día siguiente en los kioskos. Gracias a que me guardé una copia del artículo en papel, mi madre pudo comprobar que, efectivamente, yo estaba trabajando en agosto y no me había ido a Ibiza con unas amigas como ella sospechaba.
En todas las profesiones existen los becarios. ¿En todas? Bueno, en la política no. Lo que hacen los políticos es contratar neuronas en prácticas. Y así dicen lo que dicen en agosto… Algunos se sienten tan felices con el resultado (los asesores, que son unos cachondos) que continúan con ellas el resto de legislatura. Que Dios, o su becario en prácticas, nos pille confesados…
06 agosto 2006
Tiempo de bicicletas
Perdón por la cita cultural, pero Fernando Fernán Gómez escribió una obra de teatro titulada “Las bicicletas son para el verano”. Aunque la trama transcurre durante la posguerra española, creo que la frase sólo puede explicarse a partir del año en que empezó a retransmitirse el Tour de Francia por televisión. Ahora te tumbas en el sofá delante del televisor en el mes de julio y te tragas todo el Tour. En agosto sigues sin moverte del sofá durmiendo y descansando del esfuerzo y, para cuando te despiertas, allá por septiembre, ya tienes en la pantalla la Vuelta Ciclista a España. Tres meses. Un verano. Tiempo de bicicletas.
Superado ya el esfuerzo de estar todos los días pendiente de la clasificación general, del maillot amarillo y del Alpedié (que parece el nombre de un remedio contra el olor de pies), nos queda tiempo de sobra para darle conversación y trabajo al mejor amigo que podamos echarnos en agosto: Gambrinus.
Gambrinus es como el Príncipe de Beukelaer, el de las galletas, después de veinte años de casado. Lo bueno que tiene es que siempre está ahí, sonriente, con cara de no enterarse de nada y con una cerveza en la mano. A veces es difícil distinguirlo en un chiringuito de playa, porque todo el mundo está igual.
Y es que por muy larga que sea la playa y por muy largo que sea el día de playa, siempre te encuentras a todo el mundo en el chiringuito. A todas horas. Más de uno ya ha solicitado que en el techo instalen maquinitas de esas de rayos UVA para ponerse morenos, que luego vuelven a la oficina y nadie les cree que han estado en la playa.
“Pero si tengo fotos…”
“El Photoshop hace milagros, tío”
El milagro auténtico es que hayas podido regresar con vida después de la ingestión alcohólica. Estoy convencido de que si pusiéramos una detrás de otra todas las jarras de cerveza que nos bebemos en agosto, más de uno seríamos capaces de dibujar, a escala real, el recorrido de la Vuelta Ciclista a España, con las siete vueltas al Paseo de la Castellana incluidas. Como decía al principio, es tiempo de bicicletas.
Superado ya el esfuerzo de estar todos los días pendiente de la clasificación general, del maillot amarillo y del Alpedié (que parece el nombre de un remedio contra el olor de pies), nos queda tiempo de sobra para darle conversación y trabajo al mejor amigo que podamos echarnos en agosto: Gambrinus.
Gambrinus es como el Príncipe de Beukelaer, el de las galletas, después de veinte años de casado. Lo bueno que tiene es que siempre está ahí, sonriente, con cara de no enterarse de nada y con una cerveza en la mano. A veces es difícil distinguirlo en un chiringuito de playa, porque todo el mundo está igual.
Y es que por muy larga que sea la playa y por muy largo que sea el día de playa, siempre te encuentras a todo el mundo en el chiringuito. A todas horas. Más de uno ya ha solicitado que en el techo instalen maquinitas de esas de rayos UVA para ponerse morenos, que luego vuelven a la oficina y nadie les cree que han estado en la playa.
“Pero si tengo fotos…”
“El Photoshop hace milagros, tío”
El milagro auténtico es que hayas podido regresar con vida después de la ingestión alcohólica. Estoy convencido de que si pusiéramos una detrás de otra todas las jarras de cerveza que nos bebemos en agosto, más de uno seríamos capaces de dibujar, a escala real, el recorrido de la Vuelta Ciclista a España, con las siete vueltas al Paseo de la Castellana incluidas. Como decía al principio, es tiempo de bicicletas.
01 agosto 2006
Y los sueños, cine son
“La calle totalmente vacía… No se escucha ni el ruido del motor de un coche... Nadie camina por las aceras…” ¿Típica estampa de una ciudad al comienzo del mes de agosto? No. El inicio de “Abre los ojos”, una de las doscientas películas que me he bajado de la internete porque este año me quedo sin vacaciones. Y para no sufrir demasiado y echar de menos los placeres que otros disfrutarán, qué mejor que quedarte pegado al televisor, cual torito y flamenca sobre paño de croché, y vivir una realidad virtual que te compense los sinsabores.
Así, para cuando me entren ganas de irme a la playa, me he alquilado “Tiburón”. Un clásico. Aunque si este año hicieran el remake de la película el tiburón sería fagocitado a las primeras de cambio por un ejército de medusas.
En honor al imbécil de mi cuñado, he alquilado “Titanic”. En primer lugar, porque él estará disfrutando de un magnífico crucero por las islas griegas durante los próximos quince días. Y, en segundo lugar, porque es tan bobo que su grito de guerra en plena efervescencia alcohólica es “¡A mí no me tumba ni Dios!”. Y así acaba…
Para cuando los gritos de los críos de la piscina de la urbanización de al lado me despierten de la siesta, tengo reservado “Pepito Piscinas”, la mejor manera de que se te quiten las ganas de calzarte un bañador modelo “De cuello alto”, también conocido como “Sobaquero” o, más recientemente, “Julián Muñoz Fashion Way”.
Y, finalmente, como entrenamiento para cuando todos mis amigos vuelvan de sus vacaciones y se empeñen en enseñarme sus videos caseros de recuerdo, “Sé lo que hicisteis el último verano”. Que se jodan…
“El protagonista, subido a la cornisa de la azotea del edificio más alto de la ciudad, mira al infinito y se lanza al vacío”. ¿El final de la película “Abre los ojos”? No. Yo mismo, previsiblemente el día 31 de agosto, después de pasar un mes solo y sin vacaciones.
Así, para cuando me entren ganas de irme a la playa, me he alquilado “Tiburón”. Un clásico. Aunque si este año hicieran el remake de la película el tiburón sería fagocitado a las primeras de cambio por un ejército de medusas.
En honor al imbécil de mi cuñado, he alquilado “Titanic”. En primer lugar, porque él estará disfrutando de un magnífico crucero por las islas griegas durante los próximos quince días. Y, en segundo lugar, porque es tan bobo que su grito de guerra en plena efervescencia alcohólica es “¡A mí no me tumba ni Dios!”. Y así acaba…
Para cuando los gritos de los críos de la piscina de la urbanización de al lado me despierten de la siesta, tengo reservado “Pepito Piscinas”, la mejor manera de que se te quiten las ganas de calzarte un bañador modelo “De cuello alto”, también conocido como “Sobaquero” o, más recientemente, “Julián Muñoz Fashion Way”.
Y, finalmente, como entrenamiento para cuando todos mis amigos vuelvan de sus vacaciones y se empeñen en enseñarme sus videos caseros de recuerdo, “Sé lo que hicisteis el último verano”. Que se jodan…
“El protagonista, subido a la cornisa de la azotea del edificio más alto de la ciudad, mira al infinito y se lanza al vacío”. ¿El final de la película “Abre los ojos”? No. Yo mismo, previsiblemente el día 31 de agosto, después de pasar un mes solo y sin vacaciones.
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