“La calle totalmente vacía… No se escucha ni el ruido del motor de un coche... Nadie camina por las aceras…” ¿Típica estampa de una ciudad al comienzo del mes de agosto? No. El inicio de “Abre los ojos”, una de las doscientas películas que me he bajado de la internete porque este año me quedo sin vacaciones. Y para no sufrir demasiado y echar de menos los placeres que otros disfrutarán, qué mejor que quedarte pegado al televisor, cual torito y flamenca sobre paño de croché, y vivir una realidad virtual que te compense los sinsabores.
Así, para cuando me entren ganas de irme a la playa, me he alquilado “Tiburón”. Un clásico. Aunque si este año hicieran el remake de la película el tiburón sería fagocitado a las primeras de cambio por un ejército de medusas.
En honor al imbécil de mi cuñado, he alquilado “Titanic”. En primer lugar, porque él estará disfrutando de un magnífico crucero por las islas griegas durante los próximos quince días. Y, en segundo lugar, porque es tan bobo que su grito de guerra en plena efervescencia alcohólica es “¡A mí no me tumba ni Dios!”. Y así acaba…
Para cuando los gritos de los críos de la piscina de la urbanización de al lado me despierten de la siesta, tengo reservado “Pepito Piscinas”, la mejor manera de que se te quiten las ganas de calzarte un bañador modelo “De cuello alto”, también conocido como “Sobaquero” o, más recientemente, “Julián Muñoz Fashion Way”.
Y, finalmente, como entrenamiento para cuando todos mis amigos vuelvan de sus vacaciones y se empeñen en enseñarme sus videos caseros de recuerdo, “Sé lo que hicisteis el último verano”. Que se jodan…
“El protagonista, subido a la cornisa de la azotea del edificio más alto de la ciudad, mira al infinito y se lanza al vacío”. ¿El final de la película “Abre los ojos”? No. Yo mismo, previsiblemente el día 31 de agosto, después de pasar un mes solo y sin vacaciones.
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