07 agosto 2007

Autobiografía de una ensaladilla rusa


Antes de empezar, y en aras de llevarnos bien el resto de nuestra existencia, dejemos clara una cosa de una vez por todas: NO-SOY-RU-SA. Soy de chiringuito de playa de toda la vida, ¿vale? ¡Ea!, pues ya lo he soltado. Como diría Carmen Sevilla después de pasar por la clínica Butchinger: “¡qué peso me he quitado de encima!”. Y ya puestos a aclarar, la montaña rusa tampoco es rusa. Sólo nos parecemos en que quien nos prueba acaba con el estómago revuelto…

Perdonen este arrebato inicial, pero es que, por muchas vueltas que le doy, no me entra en la mayonesa por qué, si a la tortilla que se hace con patata se le denomina “tortilla española”, a mí, que también tengo patata, se me tiene que llamar “rusa”… ¿Es que alguien confunde a Boris Yeltsin con Mister Potato?... Vale, no es un buen ejemplo…

También me resulta humillante el diminutivo que se me aplica… Ensaladilla… Como si eso fuera a minimizar los efectos de la salmonelosis…
Por cierto, la tortilla
suscribe este párrafo
a pies juntillas.
(N. del A.: aunque todo termina en “illa”, no se trata de un poema de Gloria Fuertes).

Mis padres siempre quisieron que estudiara Gastronomía, que es una carrera que no tiene nada que ver con el gas pero sí con los gases, sobre todo en la asignatura de las alubias con chorizo…. Tenían el presentimiento de que, a nada que me aplicara un poco, podría triunfar en los mejores restaurantes del mundo. Maldita la hora en que les hice caso…

Al principio, todo iba muy bien. Asimilé sin dificultad los pepinillos y las aceitunas y, a diferencia de los estudiantes de ahora con los acentos, yo sabía perfectamente cuándo y dónde tenía que colocar el atún o las gambas. Pero un buen día, un profesor que me tenía una manía horrorosa, y que respondía al nombre de Nosequé Adriá, en vez de suspenderme como a todo el mundo, le dio por deconstruirme… Digo yo que se inspiraría en Mister Potato… Fue mi ruina… Perdí mi personalidad… Todo me aburría… Nada tenía sentido para mí… Y, claro, como cualquier estudiante que pasa por esa misma situación, acabé en el bar de la facultad… De ahí mi gran amistad con la tortilla…

Como resultado de aquella nefasta experiencia, sólo pude encontrar trabajo en los chiringuitos de playa. Y no precisamente como plato estrella del día, sino como engrudo para disimular los agujeros y grietas de los baños.

Así que, si este verano se acercan a un chiringuito a comer algo, como lo siento se lo digo, ni me miren: pidan una ración de medusas. Les sentará mejor… ¡счастливое лето!

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