¿Cómo se sentirían ustedes si les confundieran continuamente con un condón? ¿O con una bolsa de basura? Pues así es mi vida desde que nací. Deprimente, ¿verdad? Nada que todavía no pueda ser empeorado: hay quien afirma que las medusas somos restos de silicona procedentes de los posados veraniegos de Ana Obregón en la playa…
No creo que haya en toda la Historia de la Humanidad un ser tan maltratado como yo. Si acaso, Paquirrín, con la diferencia de que éste se lo busca él solito… Ya en la mitología griega se me consideraba “un monstruo femenino” (encima, con redundancias) “cuya mirada convertía a la gente en piedra”. De ser cierto, me habría forrado convirtiendo a los bañistas en ladrillos y recalificando luego las playas. Pero se inventó la figura del concejal de urbanismo y se me truncó de raíz un futuro prometedor…
Los griegos también me describían como un ser con “manos metálicas, colmillos afilados y cabellera de serpientes venenosas vivas”. Si, además, tuviera la capacidad de girar las órbitas de los ojos, más de uno me confundiría con Marujita Díaz… Prefiero lo del condón, sinceramente…
Era mucho más feliz cuando era una cría, cuando nadaba alegremente ajena a todos los odios que parecía generar mi sola presencia. Era más feliz cuando mi madre me gritaba aquello de “¡Niña, no te vayas a la orilla, que no cubre!”… O aquello otro tan tierno: “¡Como te asfixies, te mato!”… Qué tiempos… Sin embargo, ahora, ¿qué me queda?: esquivar las redes de los niños y los excrementos flotantes de sus padres.
Todo esto me pasa porque no sé controlar mis vicios. No puedo resistirlo: me encanta picar entre horas… Para los seres humanos es una de las conductas sociales más aceptadas y, sin embargo, para mí es mi condena. Como diría Julián Muñoz, en este país no se hace justicia. Con la diferencia de que éste sí que tiene la cara de piedra (y yo no he sido, que conste).
Y como en el pecado llevo mi penitencia, ahora salen los expertos con el descubrimiento de que soy un manjar exquisito, una joya gastronómica… “El último grito en los restaurantes chinos, coreanos, tailandeses y japoneses”, dicen las crónicas especializadas. Tampoco es como para tirar cohetes, porque ¿quién no grita cada vez que le ofrecen un plato exótico chino? ¿quién es el descerebrado que se atreve a afirmar sin descomponer el gesto “qué detalle más distinguido” cuando ve flotando una inmunda lagartija en la botella de sake? Donde esté un muslo de adolescente…
No creo que haya en toda la Historia de la Humanidad un ser tan maltratado como yo. Si acaso, Paquirrín, con la diferencia de que éste se lo busca él solito… Ya en la mitología griega se me consideraba “un monstruo femenino” (encima, con redundancias) “cuya mirada convertía a la gente en piedra”. De ser cierto, me habría forrado convirtiendo a los bañistas en ladrillos y recalificando luego las playas. Pero se inventó la figura del concejal de urbanismo y se me truncó de raíz un futuro prometedor…
Los griegos también me describían como un ser con “manos metálicas, colmillos afilados y cabellera de serpientes venenosas vivas”. Si, además, tuviera la capacidad de girar las órbitas de los ojos, más de uno me confundiría con Marujita Díaz… Prefiero lo del condón, sinceramente…
Era mucho más feliz cuando era una cría, cuando nadaba alegremente ajena a todos los odios que parecía generar mi sola presencia. Era más feliz cuando mi madre me gritaba aquello de “¡Niña, no te vayas a la orilla, que no cubre!”… O aquello otro tan tierno: “¡Como te asfixies, te mato!”… Qué tiempos… Sin embargo, ahora, ¿qué me queda?: esquivar las redes de los niños y los excrementos flotantes de sus padres.
Todo esto me pasa porque no sé controlar mis vicios. No puedo resistirlo: me encanta picar entre horas… Para los seres humanos es una de las conductas sociales más aceptadas y, sin embargo, para mí es mi condena. Como diría Julián Muñoz, en este país no se hace justicia. Con la diferencia de que éste sí que tiene la cara de piedra (y yo no he sido, que conste).
Y como en el pecado llevo mi penitencia, ahora salen los expertos con el descubrimiento de que soy un manjar exquisito, una joya gastronómica… “El último grito en los restaurantes chinos, coreanos, tailandeses y japoneses”, dicen las crónicas especializadas. Tampoco es como para tirar cohetes, porque ¿quién no grita cada vez que le ofrecen un plato exótico chino? ¿quién es el descerebrado que se atreve a afirmar sin descomponer el gesto “qué detalle más distinguido” cuando ve flotando una inmunda lagartija en la botella de sake? Donde esté un muslo de adolescente…
8 comentarios:
que vida más miserable, pero que tragicomica resulta, gracias y su esencia persigue a esta medusa. Un saludo enorme
Y las pobres se pìensan que en agosto va a las playas a visitarlas a ellas. Por eso se acercan tanto y saludan a su modo (picando). Un abrazo
Querida amiga
Por si te sirve de consuelo, dicen que el Spielberg ha comprado los derechos de "Meddy, la medusa gigante" y está buscando exteriores y preparando el casting por la Manga del Mar Menor. Es el destino, no lo dudes. Así empezaron muchas chicas-almodóvar, a base de rimmel, tentáculos y meneo gluteal. Con que mejores un poquite ese inglés y piques sólo con arreglo a reglamento, no se te notará nada que eres de Parla y del Atletico de toda la vida. Hija, algún precio habrá que pagar, digo yo.
Saludos
Me apunto en la agenda lo de ir al casting del Spilber ese. Y me apunto también comentarle que lo de Meddy es un nombre muy obvio, que prefiero algo más glamuroso, como la Raimunda de Pe.
¡Qué divertido blog!
No sabía que los chinos comieran sucedáneo de condón.
Pues sí, pues sí, marina. Si no, a ver de qué van a tener todos esa cara...
Pobrecita!!!!
Me enterneció, en cuanto vea una le hago unos mimos, pobre!
Cuidado, Checha, que luego se te encariñan y te la tienes que llevar a tu casa :-)
Publicar un comentario