Ingenuo de mí… “Nada hará que se rompa la magia de este momento”, me decía a mí mismo…
No había dado ni dos sorbos a mi copa de ron Pálido cuando la marca de la bebida se trasladó a mi cara. La causa, a priori inexplicable, fue que estaba notando cómo mis zapatillas se iban llenando poco a poco de agua… Lejos de poder ser una alucinación por la desmedida ingesta de alcohol (reitero y prometo que sólo llevaba dos sorbos de la copa), no tuve más que dirigir mi incrédula mirada hacia abajo para comprobar alarmado que todo el parqué del salón estaba sumergido bajo dos centímetros de agua en movimiento…
Y no me costó mucho más descubrir que el origen de fenómeno tal provenía del cuarto de baño, justamente allí donde mi cuñado se había escondido de la policía y donde, aburrido durante la espera, había comenzado por su cuenta y riesgo a arrancar literalmente el bidé de la pared para dejar hueco suficiente al televisor de plasma que, en su delirante inconsciencia, tenía pensado instalar…
Si alguna frase puede definir de manera sencilla mi relación con mi cuñado, esa es “lo mato”. Con el transcurrir de los años me he dado cuenta de que no es nada original, porque la misma frase la pronuncia ya tanta gente dirigida contra él que, si organizáramos una reunión entre nosotros, nos tendrían que habilitar el Camp Nou… Y en doble sesión horaria...
El dilema que se me presentaba era si llamaba al fontanero de guardia para que reparara tamaño estropicio o a una banda de latin kings para que hiciera el trabajo sucio con mi cuñado. La segunda opción seguro que iba a resultar mucho más rápida... Y mucho más barata…
Así que me fui a por la guía de teléfonos, que todavía estaba a salvo de convertirse en papel mojado pues la teníamos en el segundo cajón de la telefonera y, cuando ya había localizado la página correspondiente a la letra “L”, se abrió la puerta de la entrada y allí apareció mi mujer, que ya venía experimentando la sensación del chapoteo sobre baldosas desde el descansillo del ascensor.
Miró hacia un lado… Miró hacia el otro… Me miró a mí… Su cara, ahora, también parecía un anuncio de ron Pálido…
“Mi hermano…”, balbució.
Y ante mi resignado gesto afirmativo, sólo pudo añadir:
“Lo mato…”
“Para eso ya hay cola”, le contesté. “Mejor le llamas y le dices que se pase un momento por casa, que tienes un regalito que darle… Yo, mientras, voy a bajar a ver al vecino de abajo y a preguntarle si se acuerda de la película en la que Gene Kelly bailaba bajo la lluvia, porque le va a hacer falta…”
No había dado ni dos sorbos a mi copa de ron Pálido cuando la marca de la bebida se trasladó a mi cara. La causa, a priori inexplicable, fue que estaba notando cómo mis zapatillas se iban llenando poco a poco de agua… Lejos de poder ser una alucinación por la desmedida ingesta de alcohol (reitero y prometo que sólo llevaba dos sorbos de la copa), no tuve más que dirigir mi incrédula mirada hacia abajo para comprobar alarmado que todo el parqué del salón estaba sumergido bajo dos centímetros de agua en movimiento…
Y no me costó mucho más descubrir que el origen de fenómeno tal provenía del cuarto de baño, justamente allí donde mi cuñado se había escondido de la policía y donde, aburrido durante la espera, había comenzado por su cuenta y riesgo a arrancar literalmente el bidé de la pared para dejar hueco suficiente al televisor de plasma que, en su delirante inconsciencia, tenía pensado instalar…
Si alguna frase puede definir de manera sencilla mi relación con mi cuñado, esa es “lo mato”. Con el transcurrir de los años me he dado cuenta de que no es nada original, porque la misma frase la pronuncia ya tanta gente dirigida contra él que, si organizáramos una reunión entre nosotros, nos tendrían que habilitar el Camp Nou… Y en doble sesión horaria...
El dilema que se me presentaba era si llamaba al fontanero de guardia para que reparara tamaño estropicio o a una banda de latin kings para que hiciera el trabajo sucio con mi cuñado. La segunda opción seguro que iba a resultar mucho más rápida... Y mucho más barata…
Así que me fui a por la guía de teléfonos, que todavía estaba a salvo de convertirse en papel mojado pues la teníamos en el segundo cajón de la telefonera y, cuando ya había localizado la página correspondiente a la letra “L”, se abrió la puerta de la entrada y allí apareció mi mujer, que ya venía experimentando la sensación del chapoteo sobre baldosas desde el descansillo del ascensor.
Miró hacia un lado… Miró hacia el otro… Me miró a mí… Su cara, ahora, también parecía un anuncio de ron Pálido…
“Mi hermano…”, balbució.
Y ante mi resignado gesto afirmativo, sólo pudo añadir:
“Lo mato…”
“Para eso ya hay cola”, le contesté. “Mejor le llamas y le dices que se pase un momento por casa, que tienes un regalito que darle… Yo, mientras, voy a bajar a ver al vecino de abajo y a preguntarle si se acuerda de la película en la que Gene Kelly bailaba bajo la lluvia, porque le va a hacer falta…”
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15 comentarios:
Querido Cruz, ¿para qué matarlo? La tortutra facilita la relajación del alma. La Inquisición no la inventaron los Dominicos por capricho.
Yo que tú...
Un fuerte abrazo.
Escenas de la vida cotidiana, seguro qque no quería hacer una piscina? por que se quien lo intento con resultados parecidos a eses....La viida es ansi, suerte tiene de no tener 4 cuñados XDd saúdos e apertas.
Ja,ja,ja...
Hay qué ver la suerte que tienes con un "cuñaaaaoo" así, con el calor que hace se debía agradecer los pies en remojo!!!!.
Buen finde...
Menos mal que es verano y no es lo mismo tener el piso inundado en este tiempo que en enero... por ejemplo.
(sí, ya sé, no consuela... pero es por animarte..)
Veo que sigues teniendo por tu cuñado el mismo cariño que hace meses...
Daniel, tomo nota ;-)
An, ¿4? ¿un póker de cuñados? ¿los cuatro jinetes del apocalipsis?... ;-)
Introspección, sí, hombre, tú defiéndelo... ;-)
Landa, efectivamente, no consuela. Y sólo me animaré el día que alguno de vosotros os animéis a llevároslo unos días lejos... ;-)
Merce, no sabes las ganas que tenía de que volvieras por aquí... ¿Te lo quieres llevar unos días?... ;-)
Teniendo cerca al cuñado, todo objeto se vuelve frágil y caro.
Food, teniendo cerca al cuñado, todo objeto huye... :-)
Je je Yo hace tiempo escribí en mi blog en una entrada sobre mi cuñao que se titulaba "Justificación del asesinato". Y es que son una raza aparte y malévola, esa de los cuñaos
Manda a tú cuñado de acampada al país de irás y no volverás,pero no le des tú cantinplora.
Pues una tele de plama enfrende del inodoro no es mala idea, así, en épocas de estreñimiento puedes ver las telenovelas mientras lo intentas.
Como se os levantará todo el parquet, prueba con el mármol que es más resistente y, con lo que sobre, le das a tu cuñao en toda la cabeza.
Un beso, guapo
Miguel, totalmente justificado, doy fe ;-)
Dama, le mande donde le mande siempre será con billete "sólo ida" ;-)
Oyana, el mármol se lo va a tragar enterito él. Y el parqué, también ;-) Guapa, tú. Un beso.
Espero que suelo no sea de parqué... :-)
Uno, pues sí... Parqué... ;-)
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