Publicaba ayer el diario El Mundo un informe según el cual cada día mentimos alrededor de cuarenta veces. ¿Será un estudio científico o estará basado en su propia experiencia?.
Haciendo un cálculo rápido, yo creo que el informe se queda corto (o que miente descaradamente). Cuando hoy nos hemos montado en el ascensor a las siete y media de la mañana para ir al trabajo después de las vacaciones navideñas le hemos dado los buenos días al vecino. Doble mentira. Primero, porque el primer día laborable después de un puente festivo no puede ser bueno jamás. Y segundo, porque lo último que deseamos es que tenga un buen día el que nos ha estado taladrando los oídos todas las navidades con sus villancicos atravesando los tabiques de nuestro dormitorio.
La misma mentira se repite cuando, al llegar a la oficina, vamos deseándole un feliz año nuevo a todo aquel ser vivo que se cruza en nuestro camino. Ya hemos sobrepasado las cuarenta mentiras de largo y aún no le hemos dicho a nuestro jefe que si nos ausentamos tanto de nuestro despacho es por los lógicos-desarreglos-estomacales-después-de-los-atracones-navideños cuando, en realidad, estamos escondidos detrás de las puertas de emergencia que dan a la calle fumando como condenados y esquivando la nueva reglamentación antihumos.
El que parece que no mentía el pasado día 6 era el ínclito Teniente General Mena cuando amenazaba, valga la redundancia, con aplicar el artículo 8 de la Constitución caso de que se desmadrase mínimamente el contenido del Estatut. “Y si no os gusta el 8”, decía, “el Ejército aplicará el 5”. Y la ciudadanía preguntándose “¿el 5?”. “Por el culo te la h…”, terminaba su discurso el militar. De esta forma se ha convertido en el español más envidiado del año, pues es el único al que sus jefes le han dicho que puede quedarse en casita unos días aliviando los lógicos-desarreglos-estomacales-después-de-los-atracones-navideños y fumando cuanto quiera.
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