Ayer domingo por la noche comenzó la gala de entrega de los premios de la Academia de Cine española y, por la lentitud de su desarrollo, parecía que querían terminar el lunes al sol… un claro homenaje a la película de Fernando León y a Antonio Gasset, que nunca sale en la tele antes de la una y media de la mañana…
Estos premios tienen nombre de una calle del Metropoly. ¿Y por qué al mundo del cine español se le asocia a Goya? ¿Será porque ambos son famosos por sus caprichos? ¿Será porque quieren que se les pegue algo y empezar a ‘pintar algo’ en el resto del mundo?.
Hasta donde pude ver, antes de que el sueño de la razón me produjera monstruos y un dolor de cuello por la mala postura en el sofá, la gala tenía menos guión que la grabación de una pecera… un claro homenaje a la película de Isabel Coixet: “La vida secreta de las palabras”. Los guionistas, a las doce de la noche, todavía no habían dado con el secreto.
Daba la sensación de que allí había premio para todos, como en las duchas de la cárcel, pero no. Allí sólo se premiaban entre ellos: que si actores de reparto, protagonistas, revelación; y luego que si fotografía, música, maquillaje, peluquería… Parecía que te estaban paseando por el Corte Inglés.
Allí no había premios para todos. ¿Por qué no premiaban a los espectadores, que son los que, al fin y al cabo, nos tragamos todo lo que ellos hacen? Premio al espectador revelación: un señor de Murcia que reveló las andanzas de la tal Ninette… Premio al espectador de reparto: el tonto de la pandilla al que siempre le toca comprar las palomitas y luego repartirlas entre sus amigos. Premio al espectador de habla inglesa: este se lo tiene que seguir llevando José Luis Garci por su manejo del idioma así que pasen cien años…
Y ya puestos, ¿por qué no premiaron al mejor acomodador de cine? Claro, que ya no existen… Han sido sustituidos por los ‘incomodadores’ que son esos seres que siempre llegan tarde, cuando la película ya ha empezado, y van paseando la pantalla iluminada de su móvil por las butacas para encontrar su fila. Hasta que llegan a ti, que no sabes cómo lo hacen, pero siempre llegan a ti, y te preguntan ¿es esta la fila once? ¿y qué numero de asiento es el suyo?. Invariablemente, el incomodador siempre afirma que ese asiento es el suyo y que tú te has sentado en el lugar erróneo. Cuando insistes en que no sólo estás sentado en el sitio correcto sino que, además, a ti y a todos los espectadores de detrás os gustaría seguir viendo la película, él esgrime su entrada como argumento principal. Y siempre que te da por mirarla, acabas diciendo lo mismo: Mire usted, dos cosas. La primera, que esta entrada es para ver “El sexto sentido”, que la ponen justo en la sala de al lado. Y la segunda, que Bruce Willis está muerto desde el principio…
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