Ayer por la noche se falló, un año más, el Premio Planeta, un galardón del que, a pesar de no ser desvelado hasta el acto de entrega del mismo, desde el día anterior todos los periódicos ya anunciaban el nombre del ganador. Como en la Vuelta Ciclista a España. Así que, para futuras ediciones propongo que, una de dos, o eliminen directamente al jurado o que éste lo compongan los directores de los medios de comunicación.
A pesar del ya consabido tongo, el número de novelas presentadas ascendió hasta 442. ¿Pero quién se lee todas esas novelas? El jurado, seguro que no. Bueno, quizás Pere Gimferrer, que apareció en la entrega del Premio con el brazo escayolado y en cabestrillo… ¿de tanto pasar páginas?
Entre todas esas novelas destacaba una que llegó sin firma, anónima. Total, pensaría el autor, como el premio ya está dado… Ahora, que si llega a ganar… Iba a haber bofetadas entre todos los españoles reivindicando la autoría de la novela y, sobre todo, los seiscientos mil euros del premio. Bueno, entre todos los españoles salvo los 441 que ya habían puesto su nombre en una novela…
Al final, como estaba previsto, el premio recayó en Álvaro Pombo, un escritor que titula sus novelas con complicadas adivinanzas: “El metro de platino iridiado”, “Telepena de Celia Celita Villalobo”, “Donde las mujeres”, “El héroe de las mansardas de Mansard” y por ahí. Descartada la enfermedad mental transitoria, parece que esta manía responde al propio estilo del autor, el realismo subjetivo, es decir, “esto es así porque lo digo yo”, algo que parecía reservado a la clase política…
A partir de ahora, al autor le quedan unas cuantas semanas de presentación y promoción de su obra por todos los rincones del país. Una bonita manera de conocer nuestro variado y rico paisaje. Como en la Vuelta Ciclista a España.
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