Como dijo un sabio: Todo tiene un final. Y como le contestó otro no menos sabio: salvo la salchicha, que tiene dos. En todo caso, Feliz Año Nuevo a todos.
Es ahora realmente cuando hacemos examen de conciencia y, aun a sabiendas de que vamos a suspender, nos marcamos nuestros objetivos para el nuevo año que ya comienza.
En mi caso particular, mi mayor reto va a ser no dar la dirección de mi apartamento de vacaciones ni a cuñados, ni a primos ni a cuñados que hagan el primo (valga la redundancia).
Por crónicas anteriores ya conocen que mi cuñado ha okupado mi apartamento en la playa durante todo el mes de agosto. El muy mamón se ha pegado un verano que para sí lo quisiera hasta el mismísimo Juancar, que ya es decir... Todas las mañanas salía a pescar. Todas, salvo los lunes, que en el restaurante de abajo le habían dicho que los lunes no había pescado fresco. Ese día se quedaba en el apartamento, estorbando, con cara de Lladró, con la vana esperanza de que yo apareciera con el Marca debajo del brazo para robármelo. A cambio, yo le traía las ofertas de la plaza de abastos con la vana esperanza de que se animara a contribuir económicamente al condumio diario…
Sin peces y sin prensa, se pasaba toda la mañana del lunes mirando por la ventana hacia la playa. Tras un mes de sesuda observancia, tan sólo fue capaz de llegar a la siguiente conclusión: “hay dos tipos de bañadores: el bikini y el topless”.
Con el paso de los días se fue bebiendo mis botellas de ron pálido de Motril, se fue fumando mi tabaco (“lo estoy dejando”, decía; efectivamente, lo estaba dejando escondido para que yo comprara más) y se apuntaba a todas mis excursiones por muy culturales que estas fueran siempre que yo le pagara la entrada.
Con el paso de los días llegaron las noticias de las muertes de Puerta y Umbral. Él, que de fútbol sólo sabe que es una cosa que sale en el Marca y en televisión, lamentó la muerte del futbolista como si de un hermano se tratara. ¿Y la de Umbral?... “Yo es que de política no entiendo”. Vale…
Así que, como objetivo fundamental del nuevo año: huir de mi cuñado. Después, lo típico: dejar de beber, dejar de fumar, comer menos, apuntarme a un gimnasio, aprender inglés, no caer en la trampa de los coleccionables… En fin, todo ese tipo de cuestiones que tienen la rara habilidad de desaparecer de nuestras mentes el quince de septiembre, lo más tardar…
Es ahora realmente cuando hacemos examen de conciencia y, aun a sabiendas de que vamos a suspender, nos marcamos nuestros objetivos para el nuevo año que ya comienza.
En mi caso particular, mi mayor reto va a ser no dar la dirección de mi apartamento de vacaciones ni a cuñados, ni a primos ni a cuñados que hagan el primo (valga la redundancia).
Por crónicas anteriores ya conocen que mi cuñado ha okupado mi apartamento en la playa durante todo el mes de agosto. El muy mamón se ha pegado un verano que para sí lo quisiera hasta el mismísimo Juancar, que ya es decir... Todas las mañanas salía a pescar. Todas, salvo los lunes, que en el restaurante de abajo le habían dicho que los lunes no había pescado fresco. Ese día se quedaba en el apartamento, estorbando, con cara de Lladró, con la vana esperanza de que yo apareciera con el Marca debajo del brazo para robármelo. A cambio, yo le traía las ofertas de la plaza de abastos con la vana esperanza de que se animara a contribuir económicamente al condumio diario…
Sin peces y sin prensa, se pasaba toda la mañana del lunes mirando por la ventana hacia la playa. Tras un mes de sesuda observancia, tan sólo fue capaz de llegar a la siguiente conclusión: “hay dos tipos de bañadores: el bikini y el topless”.
Con el paso de los días se fue bebiendo mis botellas de ron pálido de Motril, se fue fumando mi tabaco (“lo estoy dejando”, decía; efectivamente, lo estaba dejando escondido para que yo comprara más) y se apuntaba a todas mis excursiones por muy culturales que estas fueran siempre que yo le pagara la entrada.
Con el paso de los días llegaron las noticias de las muertes de Puerta y Umbral. Él, que de fútbol sólo sabe que es una cosa que sale en el Marca y en televisión, lamentó la muerte del futbolista como si de un hermano se tratara. ¿Y la de Umbral?... “Yo es que de política no entiendo”. Vale…
Así que, como objetivo fundamental del nuevo año: huir de mi cuñado. Después, lo típico: dejar de beber, dejar de fumar, comer menos, apuntarme a un gimnasio, aprender inglés, no caer en la trampa de los coleccionables… En fin, todo ese tipo de cuestiones que tienen la rara habilidad de desaparecer de nuestras mentes el quince de septiembre, lo más tardar…
8 comentarios:
Vaya... siento que el cuñado te haya amargado las vacaciones.
Y ¿por qué no lo pusiste a trabajar en las obras de la autovía????
Está bien pagado...
Feliz Año Nuevo también para ti.
La próxima vez, Landa, lo dejo directamente en la autovía. Y recojo un perro abandonado. Para compensar :-)
Mari carmen, te cambio un cuñado por tabaco y nos olvidamos de los buenos propósitos, ¿hace? :-)
Tienes un cuñado lo más particular. Mi novio escritor me resulta menos gorrón, mejor persona.
Besos
lo estraño de los cuñados es que saben justo como hacerse con el "poder" sin mover un dedo...son como las remoras que se agarran al tiburon...el caso es que...el que más o el que menos es cuñado :) Saludos amigo y disfruta de la vuelta al cole :)
No tengo cuñado, pero me apunto en lo de comer menos, aprender inglés...
Ácrata, te lo cambio sin ver ;-)
An, efectivamente, todos llevamos un cuñado dentro. Es la idea base de la película "Alien"
Checha, disfruta mientras puedas: cuando tengas cuñado él se encargará de que comas menos, fumes menos y aprendas a jurar en inglés, arameo, etc... :-)
Buena la idea de cambiar ahora de año. Tiene la ventaja de que los buenos deseos son menos compartidos, menos epidémicos, aunque igual de ineficaces. Bienvenido.
Claro, Antonio. Y es que, además, la resaca de Año Nuevo de ahora te dura una semana... Los "fisnos" lo llaman "rentreé", ya ves...
Publicar un comentario