Corrían los tiempos en los que el blanco y el negro
eran los colores predominantes en las pantallas de los televisores de los
españoles. Vestido de paisano, y a contracorriente de la inmensa mayoría de
marineritos que me rodeaban, a pesar de ser pueblo de interior, me disponía a
recibir mi primera comunión.
Unos meses antes, la catequista me eligió para que
durante la ceremonia recitara una oración bastante más larga que el resto que
les tocaron en gracia a mis compañeros. Semana tras semana, camino de la
catequesis, ensayaba el recital ante mi madre, que me acompañaba premiando con
sonrisas la buena entonación y disculpando, también con sonrisas, los errores y
olvidos de alguna que otra estrofa.
El gran momento llegó y subí al altar. Me
observaban cincuenta niños y sus respectivas familias. La expresión “miedo
escénico” no la aprendí hasta muchos años después, por lo que pude recitar la
oración (de la que no recuerdo ni una sola palabra) con fluidez y, me atrevería
a decir, con sentimiento.
Al terminar, miré a los presentes satisfecho y
esperando un clamoroso aplauso que no se produjo. Giré la cabeza hacia el
sacerdote pidiendo una explicación y sólo obtuve de él un gesto que sugería que
regresara a mi asiento, que el espectáculo debía continuar.
Y el espectáculo continuó, claro. Hasta que llegó
el momento en que recibimos en el altar la sagrada forma. En mi segundo regreso
a mi asiento, comprobé que todos mis compañeros se arrodillaban, se llevaban
las manos a la cara y cerraban los ojos.
Yo hice lo mismo, llevándome las manos a la cara
para tapar un dubitativo “¿y ahora qué hay que hacer?” que quería fugarse de mi
boca. Cuando vi que algunos empezaban a levantarse, yo les imité agradeciendo
el fin de la incertidumbre.
Entonces escuché la voz de mi madre a mi lado
susurrando “¿Ya le has dado las gracias a Dios?”. “Por supuesto”, mentí.
Cuando fui consciente de que acababa de caer en el
pecado de la mentira apenas unos segundos después de haber recibido a Cristo,
pensé: “Joder, qué cagada”…
Y cuando fui consciente de que acababa de blasfemar
en plena Casa de Dios, pensé: “Esto es un sinvivir. Yo abandono”.
Y así hasta hoy.
13 comentarios:
Jajajaja, así estamos más de uno :)
Buenos días querido
gracias a dios eres ateo!
Más claro:
Ser bueno es más difícil de lo que parece, jejeje.
Salu2.
¡Jeje... si yo te contara, de casos con la iglesia...!
Lo bueno de todo, la suerte que tuviste, es que al menos, tu cuñado no andaba cerca de ti en ese momento... o tal vez habría que decir: "Yo he visto cosas, que vosotros no creeríais..."
Un cordial saludo.
En fin, el que más, el que menos, todos los niños sabíamos con certeza que si le sacabas al cura la lengua, este te daba una hostia.
;-)
"La expresión “miedo escénico” no la aprendí hasta muchos años después, por lo que pude recitar la oración (de la que no recuerdo ni una sola palabra) con fluidez y, me atrevería a decir, con sentimiento."
!qué acertado!
"La expresión “miedo escénico” no la aprendí hasta muchos años después, por lo que pude recitar la oración (de la que no recuerdo ni una sola palabra) con fluidez y, me atrevería a decir, con sentimiento."
!qué acertado!
Anita, me alegra verte siempre la primera de la mañana :-) Besos!
Fogg, sacto! :-)
Dyhego, imposible si nos atenemos a sus normas... ;-)
Utopazzo, si llega a estar mi cuñado por allí, la película El Exorcista parecería de Walt Disney... ;-)
Food, la letra de dios con sangre entra... ;-)
David, doblemente gracias ;-)
yo recuerdo esa escena, pero a mi se me olvido absolutamente todo.....
y me lo tuvieron que chivar.....jajajajaja
y sigo con mi miedo escenico.....|cosas del directo!
Hola, con todos mis respetos: ¿por qué no apostatáis todos de una psanta vez?
Mari Luz, sí, el directo es lo que tiene :-)))
Anónimo, como si fuera tan fácil...
¡¡Parece que recorría esa etapa de mi vida!!solo que yo hice la comunión con vestido prestado nada menos que por Caritas....lo demás todo,todito igual que tú y habiéndome saltado la catequesis en varias ocasiones,(muy dificil de conseguir eso), por mi fama de "niña buena"...y ni mi madre ,ni el cura,ni la catequista se dieron cuenta.Claro que pensándolo bien¡¡no me hacían puto caso!!! jejeje...gracias por tu blog¡¡me encanta!!
Tere, me gusta comprobar que no soy el único que convirtió su primera comunión en la última :-) ¡Bienvenida!
Publicar un comentario