Valencia acoge estos días el V Campeonato del Mundo de Familias. Y se celebra estos días porque, si lo llegan a dejar para Nochebuena, aquello se convierte en una pelea masiva entre cuñados.
En la ceremonia de inauguración, tras la bandera olímpica vaticana, mitad blanca mitad amarilla, como una ensaladilla veraniega, desfilarán todas las familias del mundo. Bueno, todas no. Ruiz Mateos ya ha llamado para excusar su asistencia porque no tenían presupuesto para desplazar a tanta gente.
Estaba cantado (nunca mejor dicho) que el himno del evento sería la canción “Amo a Laura”. Mi cuñado es uno de los más fervientes defensores de esta bella pieza pues está enamorado de una Laura, a la sazón telefonista de la empresa donde trabaja. El problema de mi cuñado es que ya está casado. Él quiere ir a Valencia a pedir asesoramiento y consejo, pero lo más que va a conseguir allí es que le majen a palos. Yo le he dicho que eso se discute en el bar con los colegas de toda la vida.
La protagonista de la canción, la auténtica Laura, ha declarado que no piensa aparecer por Valencia, que esta harta de que le digan que hasta el matrimonio nada de nada cuando a ella nadie le ha preguntado siquiera si tiene intención de casarse. Así que se ha quedado en Madrid con todo su Orgullo dispuesta a liarse con lo primero que le roce la cadera (ver foto).
El que sí estará en Valencia será el Papa Benedicto XVI para dar la conferencia inaugural: “La familia y uno más: de cómo Chencho fue rescatado sano y salvo en el mercadillo navideño de la Plaza Mayor gracias a la intercesión divina”. Aunque Chencho, a estas alturas, seguro que se queda en Madrid a ver si tiene la oportunidad de saludar a Laura y compartir con ella una horchata…
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