Desde que empecé a publicar esta novela por capítulos, muchos son los que me paran por la calle para pedirme un cigarro. No tiene nada que ver, lo sé, eso debe ser cosa de la crisis, pero es que mi cuñado me tiene de los nervios con el rollo de la televisión de plasma y ya no sé lo que me digo…
Lo que quería decir es que, desde que empecé a publicar esta novela por capítulos, muchos son los que me paran por la calle para preguntarme si realmente mi cuñado es tan odioso como lo describo. Nadie quiere creerme cuando digo que sí, que yo no me invento nada, que todo lo escrito es verídico… Nadie quiere creerme, pero tampoco nadie es capaz de darme un sí por respuesta a la pregunta “¿quieres que te lo presente y te quedas con él una semana?”…
Por si aún queda alguna duda, y para ir ahorrando tiempo la próxima vez que nos crucemos por la calle, estos son algunos de los muchos motivos que hacen de mi cuñado un ser… cómo te diría… un ser… un ser vivo, sí, para qué nos vamos a complicar más:
Cuando sonríe te recuerda inmediatamente a Jackie Chan en pleno ataque de úlcera. Sin embargo, cuando está serio, no serías capaz de diferenciar su cara de sus rodillas. Si le ves guapo, es que estás mirando al chico de la mesa de al lado.
Su vida interior termina en sus calzoncillos, sólo dos tallas más pequeños que la cúpula de la catedral de San Pedro. El libro más gordo que ha leído es mi factura de teléfono y su libro de cabecera es el prospecto de los Tranxiliums que se toma y gracias a los cuales podemos relajarnos los demás.
El primer disgusto serio de su vida lo tuvo cuando descubrió que los dibujos animados no eran de carne y hueso. Todavía le dura...
A su edad (cuarenta) sólo le quedan diez años para cumplir los sesenta. Sin embargo, hasta una caja de baberos es más responsable que él.
Todo lo que cocina está para chuparse los dedos... de los pies... de otro... para quitarse el mal sabor de boca.
Sabe tanto de matemáticas que, para él, 2 + 2 es una marca de ropa.
Su conversación es, cómo te diría yo, como los restos de comida de una barbacoa en el campo.
Su mente recuerda a los escaparates de las tiendas de ropa para nudistas. En una ocasión le hicieron una radiografía del cerebro: salió una espumadera…
¿Y bien?... ¿Convencido?... Ahora bajaré al supermercado a por una caja de cervezas. Si meto algunas en el congelador, en menos de una hora estarán frías. ¿Qué te apuestas a que cinco minutos después mi cuñado está llamando al timbre de mi puerta?... Sólo espero que no traiga el televisor de plasma…
Lo que quería decir es que, desde que empecé a publicar esta novela por capítulos, muchos son los que me paran por la calle para preguntarme si realmente mi cuñado es tan odioso como lo describo. Nadie quiere creerme cuando digo que sí, que yo no me invento nada, que todo lo escrito es verídico… Nadie quiere creerme, pero tampoco nadie es capaz de darme un sí por respuesta a la pregunta “¿quieres que te lo presente y te quedas con él una semana?”…
Por si aún queda alguna duda, y para ir ahorrando tiempo la próxima vez que nos crucemos por la calle, estos son algunos de los muchos motivos que hacen de mi cuñado un ser… cómo te diría… un ser… un ser vivo, sí, para qué nos vamos a complicar más:
Cuando sonríe te recuerda inmediatamente a Jackie Chan en pleno ataque de úlcera. Sin embargo, cuando está serio, no serías capaz de diferenciar su cara de sus rodillas. Si le ves guapo, es que estás mirando al chico de la mesa de al lado.
Su vida interior termina en sus calzoncillos, sólo dos tallas más pequeños que la cúpula de la catedral de San Pedro. El libro más gordo que ha leído es mi factura de teléfono y su libro de cabecera es el prospecto de los Tranxiliums que se toma y gracias a los cuales podemos relajarnos los demás.
El primer disgusto serio de su vida lo tuvo cuando descubrió que los dibujos animados no eran de carne y hueso. Todavía le dura...
A su edad (cuarenta) sólo le quedan diez años para cumplir los sesenta. Sin embargo, hasta una caja de baberos es más responsable que él.
Todo lo que cocina está para chuparse los dedos... de los pies... de otro... para quitarse el mal sabor de boca.
Sabe tanto de matemáticas que, para él, 2 + 2 es una marca de ropa.
Su conversación es, cómo te diría yo, como los restos de comida de una barbacoa en el campo.
Su mente recuerda a los escaparates de las tiendas de ropa para nudistas. En una ocasión le hicieron una radiografía del cerebro: salió una espumadera…
¿Y bien?... ¿Convencido?... Ahora bajaré al supermercado a por una caja de cervezas. Si meto algunas en el congelador, en menos de una hora estarán frías. ¿Qué te apuestas a que cinco minutos después mi cuñado está llamando al timbre de mi puerta?... Sólo espero que no traiga el televisor de plasma…