Me acuerdo de que aprendí a leer muy pronto, antes
que mis compañeros de clase…
Pero no me acuerdo de cuándo fue la primera vez que
entré en una librería…
Me acuerdo de que no tenía asignada una paga
semanal, pero mis padres nunca dejaron de darme dinero para comprar libros en
la librería Cervantes de Miranda de Ebro…
Me acuerdo del primer libro que robé: “La filosofía
en el tocador” del Marqués de Sade. Lo hice en El Corte Inglés de Bilbao, como
venganza por el obligado cierre de una pequeña librería cercana a la que le
había quitado buena parte del negocio…
Me acuerdo de mi envidia de todo lo que sabían de
libros los encargados de la librería Fuentetaja de Madrid…
Me acuerdo de la ilusión que me hizo encontrar,
después de muchos años de búsqueda, un ejemplar de “Los placeres y los días” de
Marcel Proust en la librería Ateneo de Buenos Aires…
Me acuerdo de la sensación de estar entrando en una
especie de templo el día que pisé la librería Renacimiento de Sevilla, cuando
todavía estaba ubicada en el barrio de Santa Cruz…
Me acuerdo de la alegría que me entró en el cuerpo
al ver por primera vez un libro mío en el escaparate de una librería…
Por todos esos recuerdos, y por todos los que aún
me falta por ir atesorando, hoy me produce una gran satisfacción celebrar el
Día de las Librerías leyendo en público un fragmento de mi próxima novela. Será
esta tarde. Será en Cádiz. En la librería QiQ.
Y quien no pueda asistir, también puede celebrar
este Día de la mejor manera posible: acercándose a su librería favorita, o a la
más cercana, y comprando un libro. El “Me acuerdo” de Georges Perec, por
ejemplo.