Cuatro copas de Ron Pálido después, no sé quién estaba más alicaído, si mi cuñado o mi mueble bar… Cuatro copas de MI ron, ese que me traigo desde la Costa Tropical y que más barato me saldría si le pusiera un piso a mi cuñado en Almuñécar, un piso bajo justo allí por donde pasan las riadas en cuanto llueve un poco más de lo normal.
“Si yo sé que no te gusta el ron, cuñado… Tampoco tienes por qué hacer el esfuerzo de beberte toda la botella hoy”...
“Ya, pero es que…, entiéndelo…, que me he quedado sin vacaciones… Ponme otra, anda… ¿Y no tendrás por ahí unas almendritas?”…
Las dichosas almendritas fueron pasando por su gañote como unos puntos suspensivos que anteceden al susto final.
“Bueno, yo qué sé, míralo por el lado positivo”, dijo milagrosamente recuperado en un tiempo record, “yo creo que me vendrán bien unos días con vosotros en la playa”.
Yo lo miraba, claro que lo miraba. Con los ojos tan abiertos que podrían haber entrado por ellos sin agacharse dos avalanchas de gente de esas que esperan en la puerta del Cortinglés a que abran el primer día de rebajas. Lo miraba y suspiraba por que mi mujer se hubiese ausentado justo en ese momento del salón para traerme un bate de béisbol con el que indicarle a mi cuñado el punto exacto de su cabeza donde veía yo el lado positivo de todo esto. Pero no. Una vez más, como siempre que su hermano estaba a punto de arruinarnos la vida, ella desaparecía.
“En la playa dices, ¿no?”… Lo más parecido a mi cuñado en la playa lo vi en un documental del National Geographic en el que describían las labores de rescate de una ballena que, desorientada por las fuertes corrientes, había acabado varada en la costa. El solía salir desorientado del chiringuito, por culpa de los tintos de verano que engullía a gran velocidad (“para que no se le derritan los hielos, que se aguacha”), y la mole de su cuerpo terminaba varada en la arena de la playa, debajo de una sombrilla que, por regla general, no era la suya.
“Mira, cuñado… Ha sido un palo muy gordo para ti, lo entiendo… Tus colegas te han dejado tirado y tú no te mereces eso”…
Yo también sé comportarme cómo un maldito hipócrita, ¿qué se pensaban?...
“Pero no es momento para tomar decisiones en caliente. Y menos con cinco copas de ron en el cuerpo”…
No había terminado la frase y la cifra ya había quedado obsoleta…
“Date unos días de margen, llama a tus amigos, verás cómo todo se va arreglando poco a poco”…
“Es verdad, tienes razón… Lo mismo al final a ellos también les apetece nuestro plan de la playa… ¿Te importa que me lleve la botella?”…
“Si yo sé que no te gusta el ron, cuñado… Tampoco tienes por qué hacer el esfuerzo de beberte toda la botella hoy”...
“Ya, pero es que…, entiéndelo…, que me he quedado sin vacaciones… Ponme otra, anda… ¿Y no tendrás por ahí unas almendritas?”…
Las dichosas almendritas fueron pasando por su gañote como unos puntos suspensivos que anteceden al susto final.
“Bueno, yo qué sé, míralo por el lado positivo”, dijo milagrosamente recuperado en un tiempo record, “yo creo que me vendrán bien unos días con vosotros en la playa”.
Yo lo miraba, claro que lo miraba. Con los ojos tan abiertos que podrían haber entrado por ellos sin agacharse dos avalanchas de gente de esas que esperan en la puerta del Cortinglés a que abran el primer día de rebajas. Lo miraba y suspiraba por que mi mujer se hubiese ausentado justo en ese momento del salón para traerme un bate de béisbol con el que indicarle a mi cuñado el punto exacto de su cabeza donde veía yo el lado positivo de todo esto. Pero no. Una vez más, como siempre que su hermano estaba a punto de arruinarnos la vida, ella desaparecía.
“En la playa dices, ¿no?”… Lo más parecido a mi cuñado en la playa lo vi en un documental del National Geographic en el que describían las labores de rescate de una ballena que, desorientada por las fuertes corrientes, había acabado varada en la costa. El solía salir desorientado del chiringuito, por culpa de los tintos de verano que engullía a gran velocidad (“para que no se le derritan los hielos, que se aguacha”), y la mole de su cuerpo terminaba varada en la arena de la playa, debajo de una sombrilla que, por regla general, no era la suya.
“Mira, cuñado… Ha sido un palo muy gordo para ti, lo entiendo… Tus colegas te han dejado tirado y tú no te mereces eso”…
Yo también sé comportarme cómo un maldito hipócrita, ¿qué se pensaban?...
“Pero no es momento para tomar decisiones en caliente. Y menos con cinco copas de ron en el cuerpo”…
No había terminado la frase y la cifra ya había quedado obsoleta…
“Date unos días de margen, llama a tus amigos, verás cómo todo se va arreglando poco a poco”…
“Es verdad, tienes razón… Lo mismo al final a ellos también les apetece nuestro plan de la playa… ¿Te importa que me lleve la botella?”…
18 comentarios:
¡¡Me encanta!!
Creo que se debe a esa musa inmensa que te ha tocado en suerte. No, no me envíes nada, que mi casa es muy pequeña. :-)
Besos
Solidaridad con la familia...
Solidaridad familiar,y un huevo!!!
Hay que planear el crimen perfecto.
Se necesitas ayuda, cuenta comigo, no soy asesina a sueldo, pero leo muchas policíacas y en alguna encontraremos el método ideal.
Besitos
no tengo claro que tengas buenas intenciones... Te estoy vigilando.
Dejavu!!!
Creo haber visualizado antes esta situación...o bien la pesadilla se repite ahora que llega el calorcito y semana Santa! ;-)
Coge ese bate, coge ese bate....
Moderrunner, lo de "inmensa" se ajusta perfectamente a la realidad. Lo de "musa", como no sea por los botes de mahonesa que se come a cucharadas... ;-)
Merce, con la tuya, la que quieras... :-)
Ana, tú sí que sabes. Seguro que has pasado por lo mismo :-)
I.blondie, te lo garantizo desde ya: buenas intenciones, ni una :-)
Anabel, "dejavu" es cuando crees haber vivido una situación. Cuando una situación como esta se te repite todos los años no es un "dejavu", es una "putada" :-)
Cosecha, la sangre del sofá se quita fatal, deja que le pille en la calle :-)
Edu...mañana voy por tu tierra y me quedo el fin de semana, estaré desconectada del correo y no tengo tu móvil...peeeeeeeeero...tú sí tienes el mío, así que llámame el sábado, vale? y atracamos la tienda del café o la boheme!
Un besote
Anabel, te llamo el viernes o el domingo: el sábado estoy liado todo el día en el Parque de Doñana...
Tu cuñado se bebe hasta el agua de los floreros. Debe ser de Alcohólicos Unánimes.
Muy buena arrancada, a lo Raikonen.
:-)
Saludos
jajajajaja, eso pasa por ser bueno XD SAúdos meu
Por mucho que le doy vueltas no comprendo cómo se enteraron los del National Geographic de la existencia del espécimen de la familia de las familias comunes. Apasionante y angustiosa historia. No pares.... hablar ayuda mucho.
Food, él podría ser incluso el fundador de los alcohólicos unánimes esos :-)
An, más bien por ser tonto... ;-)
Mandrágora, esto no es hablar, es directamente denunciar ;-)
Está tan bien salpicado de frases buenas que ni tu cuñado comiendo costillas extrapringosas te superaba haciendo lo propio sobre su camisa y resto de los comensales.
La situación pinta fea... pero podrías ser peor, podría echarse novia. Ni imaginar quieros saber como sería :-)
Uno, ¡¡¡por lo que más quieras!!!, no le des ideas... :-)
Haz que parezca un accidente
Publicar un comentario