En ese momento lamenté no haber terminado nunca la carrera de Psicología. Pero fue una cuestión de orgullo. Junto con unos compañeros de curso, para ser más modernos que nadie, en vez de usar americanas con gigantes hombreras y solapas que parecían toldos, decidimos organizar una campaña para eliminar la vetusta “P” de “Psicología” como aconsejaban en la versión traducida al mexicano de una revista científica presuntamente prestigiosa. Nuestro desencanto llegó cuando el catedrático de turno nos vino a contar que, si nos remitíamos a la raíz semántica del término, estaríamos cursando “la ciencia que estudia la ‘sique’, o sea, los higos”. “Ustedes sabrán, caballeros”, se atrevió a apuntillar el muy… catedrático. Y como no le vimos ningún futuro profesional a aquello de los higos, decidimos que una retirada a tiempo sería mejor que pasar el resto de nuestros días a bordo de una gabarra por la ría de Deusto preguntándonos “qué día es hoy” y respondiéndonos acto seguido “no sé, lunes, creo”.
A falta de conocimientos profesionales, para buscar la ayuda que me había sugerido mi mujer no me quedó más remedio que recurrir a las páginas amarillas, el único libro de cabecera que ha tenido mi cuñado en su mesilla de noche, no me digas para qué. Y al llegar a la letra “P”, será listo el destino, la primera referencia que leo es “Plagas de palomas y otras aves: control”. De momento, me sirve. Sigo unas páginas más adelante y leo “Podólogos”. Teniendo en cuenta que mi cuñado puede perfectamente pasar por un callo, tanto por su aspecto físico como por lo molesto de su presencia, también me sirve. Y una página antes de llegar a los psicólogos: “Protección individual: equipos”. Para qué seguir, si es precisamente esto lo que busco; un buen equipo de tíos fornidos que me protejan haciendo desaparecer del mapa a mi cuñado.
“¿A quién llamas con tanta ansia?”, pregunta mi mujer.
“Al podólogo”, miento al mismo tiempo que simulo una leve molestia en un pie. Y, para hacer las dos cosas a la vez, la verdad es que me sale bastante creíble.
“Prevención de Riesgos, ¿dígame?”
“Necesito ayuda urgente”…
“¿Cómo que urgente?”…
“Verá, es que el riesgo es inminente”…
“¿De qué tipo de riesgo estaríamos hablando?”…
“Mi cuñado, que pretende venirse de vacaciones con nosotros”…
“Perdone, caballero, pero esto es una empresa de prevención de riesgos laborales”…
“O sea, que los riesgos festivos no los cubren”…
“Me temo que se ha equivocado de lugar”…
“¿Y si le digo que mi cuñado también es un peligro en el trabajo?”…
“… … … … …”
“¿Qué te ha dicho el podólogo?”, se interesa mi mujer regresando del dormitorio.
“Que el callo me a va a joder las vacaciones”…
A falta de conocimientos profesionales, para buscar la ayuda que me había sugerido mi mujer no me quedó más remedio que recurrir a las páginas amarillas, el único libro de cabecera que ha tenido mi cuñado en su mesilla de noche, no me digas para qué. Y al llegar a la letra “P”, será listo el destino, la primera referencia que leo es “Plagas de palomas y otras aves: control”. De momento, me sirve. Sigo unas páginas más adelante y leo “Podólogos”. Teniendo en cuenta que mi cuñado puede perfectamente pasar por un callo, tanto por su aspecto físico como por lo molesto de su presencia, también me sirve. Y una página antes de llegar a los psicólogos: “Protección individual: equipos”. Para qué seguir, si es precisamente esto lo que busco; un buen equipo de tíos fornidos que me protejan haciendo desaparecer del mapa a mi cuñado.
“¿A quién llamas con tanta ansia?”, pregunta mi mujer.
“Al podólogo”, miento al mismo tiempo que simulo una leve molestia en un pie. Y, para hacer las dos cosas a la vez, la verdad es que me sale bastante creíble.
“Prevención de Riesgos, ¿dígame?”
“Necesito ayuda urgente”…
“¿Cómo que urgente?”…
“Verá, es que el riesgo es inminente”…
“¿De qué tipo de riesgo estaríamos hablando?”…
“Mi cuñado, que pretende venirse de vacaciones con nosotros”…
“Perdone, caballero, pero esto es una empresa de prevención de riesgos laborales”…
“O sea, que los riesgos festivos no los cubren”…
“Me temo que se ha equivocado de lugar”…
“¿Y si le digo que mi cuñado también es un peligro en el trabajo?”…
“… … … … …”
“¿Qué te ha dicho el podólogo?”, se interesa mi mujer regresando del dormitorio.
“Que el callo me a va a joder las vacaciones”…
15 comentarios:
Jajajaja!
Pues nada, yo te recomiendo que lo escaldes primeramente y ya de seguido y así, a palo seco (bueno, con un par de cerveza en plan anestésico, tal vez sean pocas, lo sé...), te extirpes el maldito callo de una vez, mientras entonas un pasaje de la Traviata!
Me dices qué te parece la idea, porque a estas horas, no se me ocurre otro remedio más rápido...!
Una lástima: una carrera profesional que prometía ser brillante y se fue al garete por un "quíteme usted esa 'p' de ahí".
Deberías de retomarla, te ayudaría a manejar al cuñado.
Qué no hombre, que todo es peor pensarlo que pasarlo... dicen.
Tuviste tu oportunidad de quedarte en la higuera, quizá aún no sea tarde..
muy bueno, muy divertido..., está claro que tienes un problema. De ese callo no te librarás con un podólogo sino con un carnicero
Edurne, sólo cambiaría la Traviata por el ejército egipcio de Aida, a ver si ellos son capaces de aniquilarlo :-)
Landa, para manejarle sólo se me ocurre cursar la carrera en la nueva facultad de cocina vasca: ¡al horno con él! ;-)
Merce, aquí te querría ver yo... :-)
Moderrunner, es verdad. ¿Conoces alguna higuera bien lejos? :-)
I.blondie, un carnicero sí, pero que sepa hacer que parezca un accidente :-)
jajajaja, qué bueno que te desviaste del tema; por un momento pensé que en vez de meterte con los cuñados te ibas a meter con los psicólogos y me había puesto en guardia, por aquello del corporativismo....
Así que...¿dejaste la carrera? Pues el estudio del higo también debe ser bastante interesante...
Oyana, no importa si dejé la carrera o hice tres más. De lo que se trata es de denunciar públicamente a mi cuñado. Ahí es imposible que haya corporativismos :-)
Te advierto que los higos están riquísimos, cosa que no se puede decir en general de los psicólogos...
Cosecha, aun a riesgo de que se nos enfade Oyana, habría que añadir que los higos también son más baratos :-)
Maldita y bendita semántica (por lo de los higos y por los riesgos laborales o festivos respectivamente)!!
Cómo me haces reir..
Maya, ya ves, hasta el diccionario se nos pone en contra :-)
El caso de tu cuñado es verdaderamente de exigir fuertes indemnizaciones ;-)
Food, con que me devolvieran todo lo que me he gastado en él ya podría jubilarme ;-)
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