11 junio 2010
Crónica (más o menos) del Premio de Novela Ateneo de Sevilla 2010
Fiel a su cita con el refranero, el cuarenta de mayo se presentó en Sevilla con aspecto de César Vallejo, lluvioso y gris, como pidiendo perdón por la tristeza. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, el cielo fue tornándose Machado: “Agua y sol. El iris brilla. / En una nube lejana, / zigzaguea / una centella amarilla”. Y, ya por la tarde, se vistió con un elegante traje Cernuda: “Pero la primavera está ahí, loca y generosa”.
Hacía calor cuando a las nueve de la noche se abrieron las puertas de los Reales Alcázares para acoger la cena durante la cual se entregarían los Premios de Novela Ateneo de Sevilla. Unas puertas que empezaron a ser atravesadas por ateneístas y acompañantes, fácilmente identificables pues ninguno de ellos volvería a cumplir los sesenta y cinco años de edad. La cuota literaria del evento apenas quedaba cubierta por un Luis Manuel Ruiz, que venía de recibir el Premio Iberoamericano de Relatos “Cortes de Cádiz” por su obra “Sesión continua”; un Fernando Marías, que acusaba el cansancio de dos meses intensos de presentaciones, mesas redondas y similares, pero que ya pensaba con ganas en la Semana Negra de Gijón; un Andrés Pérez Domínguez, ganador del Premio Ateneo del año pasado con su brillante “El violinista de Mauthausen”, una novela que todavía le sigue dando alegrías tanto por sus ventas como por haber sido incluida en la terna de finalistas del Premio Espartaco que se fallará también en Gijón; un Eduardo Jordá, al que no puedo mirar con respeto desde aquel artículo incendiario contra Miguel Delibes el día siguiente de su fallecimiento; un Ramón Pernas, que obtuvo el premio en liza en 1999; y una Silvia Pérez Trejo, omnipresente editora y promotora cultural de imperturbable y contagiosa sonrisa por mucho que el adoquinado local se ensañara con sus tacones de diseño.
Ante tamaña desproporción entre el rancio abolengo sevillano y el orbe literario patrio, a ningún colega periodista le extrañó que este servidor barajara la posibilidad de haber confundido la convocatoria y estar asistiendo a la entrega de unos premios taurinos…
La cosa no mejoró cuando, a mitad de la cena, dos jóvenes sobriamente trajeados y con más gomina en el pelo que la que pudo gastar Mario Conde en toda su etapa como máximo dirigente de Banesto, fueron pasando mesa por mesa mostrando un busto de mujer (y entiéndase “busto” en su primera acepción del diccionario: “escultura de la cabeza”) la cual, según afirmaban, venía a ser una alegoría de la “primavera sevillana”. Acto seguido, ofrecían papeletas a euro para participar en la rifa de la susodicha escultura…
A ningún colega periodista le extrañó que, a la vista de aquella desasosegante imagen, este servidor barajara la posibilidad de que la “primavera” hubiera sido esculpida con el cambio climático ya incorporado.
Los postres llegaron al mismo tiempo que la proclamación de los ganadores. El Secretario del Ateneo, hablando en tercera persona de sí mismo, anunció, con toda la prosopopeya que le imbuía el cargo, que el Premio Ateneo Joven había recaído en la autora María Zaragoza con su obra “Dicen que estás muerta”, lo que provocó que más de una acompañante de ateneísta se abalanzara a tocar la madera más cercana.
Acto seguido, y tras unas elogiosas palabras de Fernando Marías, como miembro del Jurado, hacia la novela ganadora “por unanimidad”, el Secretario desveló que se trataba de “Mitología de Nueva York”, de la escritora y periodista catalana Vanessa Montfort quien, por cierto, ya había ganado este mismo premio en su versión “Joven” en 2006.
Aún hubo tiempo, aunque no necesariamente ganas, de escuchar los discursos protocolarios del presidente del Ateneo y de la Delegada de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla. Este servidor no pudo quedarse. Profesionalidad ante todo, debía enviar un avance de la crónica del evento a la jefa. Y dado que los muros del insigne edificio que nos albergaba tenían el grosor aproximado de tres Faletes (en el sistema métrico sevillano), la cobertura del móvil parecía haberse cogido la noche de “asuntos propios”.
Encaramado en lo alto del palomar, y asido con una mano al pararrayos para que hiciera mejor contacto la señal, este servidor pudo enviar las buenas nuevas a su jefa ya pasada la medianoche. Para cuando logró descender, los discursos habían terminado y se quedó sin conocer la identidad del afortunado que se llevaría a su casa el busto de la “primavera recién levantada de la cama después de una noche toledana”.
Menos mal que por allí seguía Óscar Oliveira, responsable de prensa de la editorial Algaida y exquisito anfitrión, quien nos sugirió continuar con el festejo en un local cercano de esos donde predominan los vasos anchos, no sé si me explico. La mayor parte de los reseñados más arriba (a excepción del hombre que hablaba de sí mismo en tercera persona) nos fuimos a brindar con las dos premiadas por el seguro éxito de sus novelas. Y por que, una vez superado el cuarenta de mayo, la primavera se pusiera mejor de lo suyo…
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11 comentarios:
"A ningún colega periodista le extrañó que, a la vista de aquella desasosegante imagen, este servidor barajara la posibilidad de que la “primavera” hubiera sido esculpida con el cambio climático ya incorporado."
Es que la primavera de este 2010 está siendo muy complicada de entender, entendámoslo.
Menos mal que terminaste la noche bien,con las dos chicas guapas,que sino vaya noche por Dios. La loli.
Excelente crónica social y literaria, Eduardo. Una pluma avezada y filosa... ¡Gracias por todo! Besos
Qué envidia me das con la gente que te juntas...
No había croquetas???
Me gustan tus crónicas.
Tienes talento como pa que no aburran , tanto que creo que deberías ser guionista de Buenafuente.
Un saludo.
Sigues celebrando en el local cercano???
Manu, será eso, porque la excultura no tenía ningún sentido, la miraras como la miraras... :-)
Loli, guapas, inteligentes y encantadoras ambas. Un lujo! ;-)
Silvia, muchas gracias!. Por el comentario y porque, en el fondo, tú hiciste posible todo esto ;-) Besos grandes!
Santos, pues vente un día, hombre... ;-)
Ana, si había, desaparecieron por entre las fauces "acarminadas" de las acompañantes de los ateneístas... :-)
Reyes, muchas gracias. Coméntaselo a Buenafuente, a ver si hay suerte ;-)
Merce, acabo de volver :-) Hay que ver lo que da de sí un premio de novela... :-D
sin comentario, pero me rio sin parar! :)
Es de lo que se trata, amiga Ginebra ;-)
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