Aunque por el título, y a primera vista, esta publicación pudiera parecer un trabajo de investigación sobre la compañía Iberia, nada más lejos de la realidad. Estamos ante una novela con mayúsculas, un homenaje a la imaginación y una historia que atrapa desde las primeras páginas.
Se trata de una obra muy esperada pues su autor, el catalán Jordi Puntí (Manlleu, 1967) ya había dado muestras de su maestría en la narración con sendos libros de relatos: “Piel de armadillo” y “Animales tristes”. Y su irrupción en el campo de la novela no sólo no ha decepcionado sino que ha situado “Maletas perdidas” en la lista de las mejores novelas del año.
Partiendo de un planteamiento original, la novela va reconstruyendo la historia de Gabriel, un transportista de mudanzas que, junto a dos compañeros, recorre la Europa de los años 60 y 70 a bordo de un Pegaso. Y lo hace a través de la labor de búsqueda que realizan sus cuatro hijos (uno en cada puerto: Francfort, París, Londres y Barcelona), una vez que descubren la existencia de sus respectivos hermanos y de que su padre era el protagonista de cuatro vidas paralelas.
Quizás el mayor éxito de la novela radique en la naturalidad con que se van sucediendo las diferentes voces narrativas sin que chirríe el entramado y la estructura formal del relato. El lector se ve arrastrado, casi sin darse cuenta, por una inercia suave que le lleva a aceptar todos y cada uno de los giros argumentales sin pestañear. He ahí la buena literatura.
El suspense de la búsqueda se mezcla con el humor desde el momento en que descubrimos que los cuatro hijos llevan el mismo nombre: Christof, Christophe, Christopher y Cristòfol. Por si no quedaba claro que San Cristóbal es el patrón de los transportistas.
De fondo, sin inmiscuirse en la trama, pero dotándola de significado, Puntí realiza una fotografía de la España en blanco y negro de la dictadura en contraposición a una Europa que estalla en colores y que atrapa a los tres camioneros.
Puestos a continuar con los paralelismos, me atrevería a decir que “Maletas perdidas” ha irrumpido en el panorama literario de la misma forma en que lo hizo, allá por 1989, “Juegos de la edad tardía” de Luis Landero.
Y tan seguro estoy del éxito de esta novela que si usted, amable lector, es capaz de abandonar la lectura de la misma una vez superada la página veinte, desde aquí me comprometo a hablar con el autor para que éste le devuelva el dinero.
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2 comentarios:
Parece que estará bien,la compraré en cuanto pueda,porque me fio de tí ,si tu dices que está bien seguro que será verdad. Y los cuatro hijos secretos son del Jordi Puntí? Que fiera el tio.la loli.
Loli, no seré yo quien hable de la vida privada del Puntí... :-)))
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